Page 60 - Confesiones de mi alumno
P. 60

Era un gran admirador de su retórica y elocuencia, y le había copiado mucho de

                  sus gestos y formas de hablar. Lo demostró  en los Juegos  Florales de la


                  Institución cuando ganó el concurso de   declamación. Para ese entonces, todos

                  se habían preparado para esa competencia y cuando al fin llego, sus compañeros

                   estaban paralizados  de      miedo. En un rincón los competidores esperaban

                   ansiosos oír sus nombres para pisar el escenario. La música,    los   gritos

                  intimidaban a los alumnos; paso el representante de primero, de         segundo,


                  después le toco al de tercero, palmas por aquí, voces de      aliento en el fondo.

                  Hasta que por fin Enrique escucho su nombre.


                  El maestro de ceremonia anunciaba: ¡Recibamos con fuertes palmas al


                  representante de cuarto grado, él es Enrique Hernández!  y se oyeron silbidos,

                  voces que le gritaban ¡saquen a ese zombi! ¡Es un zombi! él  por el contrario no

                  se intimidaba y hablaba solo tratando  de alentarse. Estaba a mi lado cuando le

                  oí gritar furioso antes de pisar el escenario   ―¡todo son unos perdedores! ¡Soy el


                   mejor!           ―Y avanzo a paso firme al  centro del escenario. Los reflectores, los

                   juegos de luces le apuntaban a él encegueciéndole. Ahí estaba seguro, valiente,

                  frio   y   calculador el  matemático.  Era un orador, un poeta también.


                  Espero que en el teatro se haga silencio y cuando las voces y los      pensamientos


                   se callaron, se oyó una música de fondo; suave como el viento, esa que nos hace

                  recordar a Tupac Amaru: el cóndor pasa.     Arranco lento, despacio, con breves

                  pausas al ritmo de la melodía que era la única que le acompañaba aquella tarde.

                   ¡Qué prodigiosa  memoria tenia! Después de todo él Tenía razón; era el    mejor,


                  porque  ese día gana el concurso de declamación en el colegio.








                                                            Página

                                                            60
   55   56   57   58   59   60   61   62   63   64   65