Page 119 - Auge y caída del antiguo Egipto
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cincel de los canteros, este se convirtió en un gigantesco león yaciente cuya
cabeza humana ostentaba un semblante regio. La Gran Esfinge simbolizaba nada
menos que la unificación de Jafra con el dios solar. Y, además de custodiar la
necrópolis de Giza, reorientaba todo el conjunto en torno al propio monumento
de Jafra. El segundo hijo de Jufu no solo había superado la Gran Pirámide, sino
que de hecho también se había apropiado de ella.
Tres generaciones de enormes inversiones —humanas, materiales y
administrativas— en la construcción de pirámides transformaron Egipto, pero a
la vez acarrearon un consumo insostenible de sus recursos. El sucesor de Jafra,
Menkaura (o Micerino), fue el último rey que construyó una pirámide en Giza, y
lo hizo a una escala mucho más reducida, con una altura de solo unos sesenta y
cinco metros y un volumen de solo una décima parte del de la Gran Pirámide.
Los arquitectos se esforzaron en compensar esas carencias con un uso
extravagante del granito rojo, transportado hasta allí en barcazas desde la región
de la primera catarata, y mediante la construcción de un templo de mayor
tamaño junto a la pirámide, donde se seguiría celebrando el culto funerario a
Menkaura durante siglos después de su muerte. No obstante, la época de las
grandes pirámides había pasado ya. Los reyes posteriores habrían de encontrar
nuevas formas de proyectar su poder.
Reza un proverbio árabe: «El hombre teme al tiempo, pero el tiempo teme a
las pirámides». La Gran Pirámide fue probablemente el proyecto de construcción
más ambicioso del mundo antiguo, y su real constructor descuella en su época
como un coloso. Sin embargo, en la que representa una de las mayores ironías de
la arqueología, la única imagen cierta de Jufu que se ha conservado de su propio
tiempo es una diminuta estatuilla de marfil del tamaño del dedo pulgar.
Descubierta entre las ruinas del templo de Abedyu, mide solo unos ocho
centímetros de altura. Las prerrogativas de la realeza aparecen con bastante
claridad —se representa al rey entronizado, con la corona roja y sujetando el real
flagelo—, pero la escala es diminuta. Aunque en vida fue un autócrata y para la
tradición posterior sería un tirano, la historia finalmente ha acabado poniendo a