Page 114 - Auge y caída del antiguo Egipto
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atraídos por las construcciones colosales, desde el «Palacio del Pueblo»
construido en Bucarest por Nicolae Ceausescu hasta la inmensa (y ridícula)
basílica edificada por Félix Houphouët-Boigny en la jungla de Costa de Marfil.
La Gran Pirámide de Jufu es simplemente el más audaz y duradero de tales
delirios de grandeza. Apenas sorprende que su real constructor se ganara una
póstuma reputación de tirano megalómano con escaso respeto por la vida
humana. Herodoto, que escribía en el siglo IV a.C., afrimó que Jufu «abocó el
país a toda clase de sufrimientos. Cerró todos los templos y luego, no contento
con excluir a sus súbditos de la práctica de su religión, los obligó sin excepción a
trabajar como esclavos en su propio beneficio»; y añadió que «los egipcios
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apenas se resignan a mencionarlo; tan grande es su odio». El simbolismo de la
Gran Pirámide no pasaría desapercibido a otros dictadores más recientes. Tras
invadir Egipto en el año 1798 de nuestra era, Napoleón Bonaparte se fue derecho
a Giza e hizo acampar a sus soldados a los pies de la meseta, para luego
arengarlos con estas célebres palabras: «¡Soldados, desde lo alto de estos
monumentos cuarenta siglos os contemplan!».
La Gran Pirámide no es solo el paradigma de la monumentalidad y la
indestructibilidad. Lo que la convierte en algo único es su precisión y
complejidad sin precedentes. Ya hemos hablado antes de su orientación exacta
hacie el norte geográfico. Pero lo más extraordinario son los estrechos conductos
que se dirigen hacia fuera desde la cámara mortuoria (y desde la cámara situada
debajo de ella), atravesando la sólida albañilería hasta alcanzar casi el mismo
borde de la pirámide, para quedar interrumpidos justo antes de llegar al mundo
exterior. Calificados erróneamente de «conductos de ventilación», su finalidad
era mucho más elevada y trascendente, puesto que apuntaban hacia las estrellas,
o más concretamente a las culminaciones de Sirio (en la constelación del Can
Mayor), de una estrella de la constelación de Orión y de dos de las estrellas
circumpolares que giran en torno al polo norte celeste. Los antiguos egipcios
eran consumados astrónomos, y las estrellas desempeñaban un importante papel