Page 113 - Auge y caída del antiguo Egipto
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no debían olvidar a quién servían.
                  Quizá  la  cuestión  más  intrigante  que  rodea  al  monumental  proyecto  de

               construcción de Jufu sea la de su propósito. ¿Qué fue lo que inspiró tal alarde

               arquitectónico,  de  ingeniería  y  de  esfuerzo  administrativo?  ¿Por  qué  diez  mil
               hombres habrían de deslomarse durante veinte años para construir una montaña

               artificial de piedra? La respuesta fácil, preferida por los egiptólogos, alude a la

               ideología de la realeza divina; la noción de que el monarca era el único árbitro

               entre  el  pueblo  y  los  dioses,  el  defensor  del  orden  creado  y  el  garante  de  la
               continua  estabilidad  y  prosperidad  de  Egipto.  En  un  sistema  tal,  la  población

               seguramente habría trabajado de buena gana en un vasto proyecto regio a fin de

               honrar y mantener la alianza entre ella y su soberano. Es posible. Sin embargo,
               aunque la construcción de pirámides era una forma de seguridad social que daba

               empleo a una gran parte de la población, especialmente durante los meses de la

               crecida, cuando los campos estaban inundados; aunque los trabajadores estaban

               razonablemente  bien  alojados  y  alimentados,  y  no  eran  los  esclavos  del  mito
               popular; aunque los supervisores inculcaban a sus subordinados el carácter noble

               de la tarea que tenían entre manos, a pesar de todo ello no deja de ser cierto que

               las  condiciones  eran  (en  el  mejor  de  los  casos)  incómodas  y  el  trabajo,
               obligatorio. Cuando los funcionarios reales se presentaban en una aldea a fin de

               reclutar a sus hombres para el servicio al Estado, es poco probable que hubiera

               demasiado  regocijo.  En  la  meseta  de  Giza  los  trabajadores  sufrían  frecuentes
               heridas, y los esqueletos hallados muestran evidencias de huesos rotos, graves

               tensiones  en  la  parte  inferior  de  la  espalda  y  dolores  artríticos  en  las

               articulaciones.  Los  accidentes  debieron  de  ser  habituales,  y  a  menudo  con
               víctimas.  Predeciblemente,  los  registros  oficiales  guardan  silencio  en  torno  al

               número de personas que murieron en la construcción de la Gran Pirámide.

                  Así pues, si la pirámide no era exactamente un «proyecto nacional» en el que

               todo el país podía participar y del que todo el país podía enorgullecerse, ¿qué
               era?  La  respuesta  incómoda  es  que  era  la  proyección  definitiva  del  poder

               absoluto.  A  lo  largo  de  toda  la  historia,  los  déspotas  se  han  sentido  siempre
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