Page 124 - Auge y caída del antiguo Egipto
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meticulosamente separadas en la muerte, como lo habían estado en vida. En
Saqqara se creó una necrópolis para funcionarios de alto rango (las personas
menos prominentes tenían que conformarse con una tumba en Giza, ahora
abandonada como principal centro de la actividad regia), pero con los sucesores
de Userkaf la pirámide real seguiría manteniendo su distancia, desplazándose
todavía más lejos, a Abusir. Por otra parte, tampoco los propios funcionarios se
relacionaban tan estrechamente con la familia real como lo habían hecho en el
pasado. Desde los albores de la historia egipcia hasta finales de la IV Dinastía,
los más altos cargos del Estado habían estado reservados a los parientes del rey.
Sin excepción, todo visir, desde el reinado de Seneferu hasta el de Menkaura, era
un príncipe de la realeza, mientras que la mayoría de los «supervisores de los
trabajos» también lo eran. En un drástico y trascendental cambio de rumbo,
Userkaf abrió los puestos de mayor rango en la administración a hombres que no
fueran de real cuna. Al parecer, los motivos de un cambio de política tan radical
fueron tanto ideológicos como pragmáticos. Por una parte, ello permitía al rey y
a su familia elevarse por encima de la rutina de las tareas de gobierno. Y lo que
no es menos importante: al eliminar el poder político de manos de los príncipes
(a menudo propensos a actitudes beligerantes), Userkaf sin duda confiaba en
evitar las disputas internas que tanto amenazaban la estabilidad de la monarquía.
El resultado fue una nueva clase de burócratas profesionales, hombres que
alcanzaban el poder gracias a su propio talento tanto como a sus conexiones con
la realeza. Al mismo tiempo, la administración se ampliaba para reflejar una
creciente especialización del trabajo. Mientras que en el caso de un príncipe era
posible sostener con éxito una cartera de responsabilidades diversas, conectadas
únicamente por el hecho de su sangre real, difícilmente cabía esperar que un
administrador profesional a tiempo completo descollara a la vez en una docena
de papeles distintos. En adelante, serían los funcionarios de carrera, y no los
parientes reales, quienes formarían la espina dorsal de la maquinaria del Estado
del antiguo Egipto. Y, sin el aura o el estatus de la realeza, estos tendrían que
demostrar mucho más su valía.