Page 126 - Auge y caída del antiguo Egipto
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En cuanto a la decoración, ciertos temas eran obligados. Aunque una tumba
elaborada constituía un elemento esencial para aventajar a los demás en el
competitivo mundo de la administración pública del Imperio Antiguo, su
finalidad fundamental —proteger y nutrir al espíritu inmortal de los difuntos por
toda la eternidad— no podía olvidarse ni descuidarse. Así, las escenas más
importantes representadas en las tumbas eran las que describían la elaboración y
presentación de ofrendas, que iban desde las más básicas para la vida (pan y
cerveza) hasta los más refinados signos de privilegio, como muebles, joyas y
vino. Por cierto, tales escenas proporcionan una rica y variada información sobre
las técnicas empleadas en la agricultura, la producción artesanal y la preparación
de alimentos, por más que su propósito principal no fuera dejar constancia de la
vida cotidiana. Más bien representaban una póliza de seguros artística: según las
creencias egipcias, si alguna vez los objetos funerarios enterrados con el cuerpo
se agotaban o resultaban destruidos, las escenas representadas cobrarían vida en
la tumba y asegurarían el constante abastecimiento de cualesquiera necesidades
por medios mágicos. Del mismo modo, las hileras de portadores de ofrendas
pintados marchando incesantemente hacia la «puerta falsa» que comunicaba con
la cámara mortuoria, situada debajo, se animarían por arte de magia y no
dejarían nunca de entregar su recompensa al dueño de la tumba.
Dado el doble propósito de las capillas de las tumbas —proclamar el rango del
propietario y garantizarle una confortable vida ultraterrena—, no resulta
sorprendente que la decoración presente una visión extremadamente idealizada
de la vida en el antiguo Egipto. A los escultores y pintores se les pedía que
representaran las cosas no como eran realmente, sino como el cliente quería que
fueran. La decoración estaba diseñada, por encima de todo, para reforzar el
orden social establecido. Así, por ejemplo, mientras que al propietario se le
representa como una figura alta que domina toda la escena, sus sirvientes —y, de
hecho, también su esposa y sus hijos— suelen aparecer como figuras diminutas
que a veces apenas le llegan hasta las rodillas. Este principio de «escala
jerárquica», que tan extraño resulta a los ojos modernos, refleja perfectamente la