Page 152 - Auge y caída del antiguo Egipto
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extranjera, un incendio provocado arrasó el palacio del gobernador y destruyó
               parte de la torre norte. Después de eso los puestos en el desierto se abandonaron,

               y  con  ellos  las  defensas  avanzadas  de  Egipto.  La  civilización  de  los

               constructores de pirámides había llegado a su punto más bajo.
                  Tras  Neithikerty  (que  no  dejó  monumentos  contemporáneos  o  siquiera

               inscripciones), el trono pasó de un gobernante débil a otro, en un período en el

               que casi cualquiera que tuviera una sola gota de sangre real en sus venas —y sin

               duda varios individuos que no tenían ninguna— hizo valer su derecho al trono.
               En un plazo de solo veinte años, menos de una generación después de la muerte

               de Pepy II, Egipto vio pasar a diecisiete reyes. Diez de tales reinados duraron

               apenas  la  minucia  de  seis  años.  Poco  puede  sorprendernos,  pues,  que  los
               cronistas  posteriores  se  vieran  totalmente  confundidos  y  acabaran  inventando

               una  «VII  Dinastía»  completamente  espuria.  Y  no  es  que  la  octava  —esos

               diecisiete  «monarcas»  efímeros  que  sucedieron  a  Nemtyemsaf  II—  fuera

               precisamente digna de tal título; cinco de sus reyes trataron en vano de atribuirse
               un  aire  de  legitimidad  adoptando  el  nombre  de  trono  de  Pepy  II  (Neferkara)

               como suyo propio, y uno de ellos incluso se remontó a un rey anterior de la V

               Dinastía,  pero  todos  sucumbieron  enseguida  ante  las  fuerzas  de  pretendientes
               rivales. La mayoría de las inscripciones reales de esta extraordinaria fase de la

               historia del antiguo Egipto que han llegado hasta nosotros están datadas en el

               primer año de reinado del rey en cuestión. Es como si, sabedor de que era poco
               probable que durara mucho más en su puesto, cada nuevo monarca se pusiera

               manos  a  la  obra  lo  antes  posible,  ejerciendo  la  poca  autoridad  que  todavía  le

               quedaba antes de que se la arrebataran de nuevo. Así, vemos que un rey llamado
               Iti,  por  lo  demás  desconocido,  patrocinó  una  expedición  de  canteros  al  Uadi

               Hammamat  a  fin  de  llevar  piedra  destinada  a  una  pirámide  que  luego  jamás

               llegaría a ser construida. Otro soberano, Iyemhotep, envió expediciones primero

               como  príncipe  heredero  y  luego  como  rey,  pero,  pese  a  ello,  no  dejó  ningún
               monumento conmemorativo permanente.

                  El único rey de la VIII Dinastía que logró tanto sobrevivir más de un año en el
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