Page 156 - Auge y caída del antiguo Egipto
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regionales y volviendo a la estructura que había existido antes de la fundación
del Estado mil años antes. Como siempre, la geografía del valle del Nilo —en
particular la distribución de las cuencas de irrigación— sería el factor
determinante. Las tres provincias más meridionales formaban una unidad
natural; las provincias cuatro y cinco, otra, y así sucesivamente, siguiendo río
abajo. El engrandecimiento político y económico de los nomarcas —un proceso
que se había iniciado siglos antes— alcanzó su conclusión lógica cuando varios
potentados locales declararon de facto la independencia. Sin embargo, la
monarquía como modelo de gobierno se hallaba tan arraigada en la psique
egipcia que su sustitución por algo distinto resultaba filosófica y teológicamente
imposible. Era inevitable, pues, que de entre aquella nueva hornada de
gobernantes hubiera uno que, a pesar de que el alcance de su autoridad se viera
estrictamente limitado, se atribuyera títulos reales y fuera reconocido, a
regañadientes, como señor —o, mejor dicho, como primero entre iguales— por
los demás líderes.
El hombre fuerte que logró obtener esta especie de reconocimiento era
oriundo de la ciudad de Heracleópolis (la actual Ihnasya el-Medina), en el
Egipto Medio. Se llamaba Jety,* y posteriormente el historiador egipcio
Manetón diría de él que había sido más terrible que ningún otro rey anterior, lo
que quizá refleja la situación de una futura dinastía que defendía por la fuerza
sus aspiraciones al trono, sometiendo a cualquier posible oposición mediante la
intimidación. La «Casa de Jety» reinaría durante un siglo y medio (2125-1975).
Reinaría, pero no gobernaría; ni siquiera en su propio reino contaría la nueva
dinastía con un reconocimiento o una aprobación universales. En el corazón del
poder heracleopolitano, un potentado local con pretensiones regias, «el rey Jui»,
construyó una enorme tumba de adobe igual en tamaño a muchas de las
pirámides del Imperio Antiguo, y ese osado acto de «lesa majestad» se produjo
solo a un tiro de piedra de Sauty (la actual Asiut), la ciudad más leal a la dinastía
de Heracleópolis. En las cercanas canteras de alabastro de Hatnub, los nomarcas
fechaban sus expediciones en función de los años que llevaban en el cargo,