Page 159 - Auge y caída del antiguo Egipto
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formado una alianza defensiva precisamente contra aquella clase de agresiones.
               Tras concentrar sus fuerzas en la frontera norte de Tebas, Anjtifi lanzó un ataque

               contra  esta  provincia.  Su  ejército  destruyó  la  guarnición  fortificada  de  Iuny  y

               atravesó sin estorbo alguno todo el desierto del oeste de Tebas, que representaba
               la puerta trasera de entrada a la ciudad. Entonces los tebanos se negaron a salir a

               combatir al enemigo, esperando el momento más propicio. Anjtifi interpretó su

               reticencia  como  una  señal  de  debilidad,  pero  no  podía  haber  estado  más

               equivocado.  En  el  plazo  de  unos  pocos  años,  las  tres  provincias  de  Anjtifi
               caerían bajo el dominio tebano. Finalmente sería Tebas, y no Hefat, el punto de

               partida para una campaña de reunificación nacional.





               DOMINIO TEBANO


               Aparentemente, también los gobernadores de la provincia tebana eran leales a

               sus  señores  de  Heracleópolis.  Intef  el  Grande,  de  Tebas,  contemporáneo  de

               Anjtifi, se declaraba públicamente el «bien amado del rey». Incluso aceptó que
               Tebas fuera representada en una gran conferencia de nomarcas convocada por las

               autoridades heracleopolitanas, quizá en respuesta a la agresión militar de Anjtifi.

               De manera harto significativa, el propio Intef no asistió a la cumbre, enviando en
               su lugar al supervisor de su ejército. Por el mero hecho de participar —por más

               que  no  fuera  en  persona—,  Intef  transmitía  un  mensaje  cuidadosamente

               calculado  a  los  demás  nomarcas  y  al  rey  heracleopolitano:  allí  había  un

               gobernante  con  un  importante  ejército  privado  que  tenía  mejores  y  más
               apremiantes cosas que hacer con su tiempo que sentarse a una mesa con simples

               gobernadores provinciales. No costó mucho que hubiera protestas por falta de

               lealtad.  Pero  estas  no  cambiaron  el  hecho  de  que  Intef  estaba  afanosamente
               entregado  a  sus  maniobras  estratégicas  para  fortalecer  a  Tebas  y  situarla  a  la

               cabeza de una gran alianza. Una señal evidente de las verdaderas intenciones de

               Intef fue su adopción del título de «gran señor del Alto Egipto», y no solo de
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