Page 158 - Auge y caída del antiguo Egipto
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políticamente su amo y señor. De hecho, las ambiciones de Anjtifi a largo plazo
               se  extendían  mucho  más  allá  de  su  propia  provincia.  En  su  tumba  de  Hefat,

               tallada en la ladera de una colina natural en forma de pirámide (el único lugar de

               reposo adecuado para un auténtico gobernante egipcio), inscribió los detalles de
               su carrera profesional para que toda la posteridad pudiera recordar sus logros.

                  Anjtifi  había  mostrado  muy  pronto  un  gran  talento  para  las  maniobras

               calculadas.  Aun  antes  de  obtener  su  cargo,  había  invitado  al  Consejo  del

               Supervisor  del  Alto  Egipto,  con  sede  en  Cheni,  a  realizar  una  visita  de
               inspección  a  su  provincia.  Sin  duda,  esto  le  dio  la  oportunidad  de  ganarse  el

               favor del gobierno heracleopolitano y, al mismo tiempo, de evaluar sus puntos

               fuertes y débiles. Tras haber sopesado la probable oposición, Anjtifi inició su
               ininterrumpido ascenso al poder tan pronto como fue nombrado nomarca. Para

               empezar, se anexionó la provincia vecina de Dyeba con la excusa de rescatarla

               de una mala gestión (desde siempre una justificación conveniente para invadir

               territorios).  Según  su  propia  versión  de  los  acontecimientos,  destituyó  al
               gobernador anterior, Juu, de acuerdo con la divina providencia:


                    Horus me llevó a la provincia de Dyeba para [darle] vida, prosperidad y salud, para ponerla en orden
                  … Encontré la Casa de Juu … presa del tumulto, gobernada por un miserable. Mandé que un hombre
                  diera un abrazo al asesino de su padre, al asesino de su hermano, a fin de poner en orden la provincia de
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                  Dyeba … se han erradicado todas las formas del mal que la gente odia.


                  Luego  pasó  a  formar  una  alianza  estratégica  (sin  duda  respaldada  por  la
               amenaza de la fuerza) con la provincia de Abu, lo que le dio el control efectivo

               sobre las tres provincias más meridionales. Juntas, estas formaban el trampolín

               perfecto  para  ampliar  sus  ambiciones  territoriales,  y  mientras  tanto  Anjtifi
               mantenía públicamente su lealtad al rey en Heracleópolis.

                  Pero,  mientras  que  Dyeba  y  Abu  habían  resultado  relativamente  fáciles  de

               llevar  al  redil,  la  cuarta  y  quinta  provincias,  con  capital  respectivamente  en

               Tebas  y  Gebtu,  eran  harina  de  otro  costal,  sobre  todo  porque  ambas  habían
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