Page 282 - Auge y caída del antiguo Egipto
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visión destinada a alentar a sus tropas e intimidar al enemigo. Y parece ser que
dio resultado, puesto que las fuerzas rivales «huyeron precipitadamente a
Megido con cara de terror, abandonando sus caballos y sus carros de oro y plata,
para ser izados [a través de las murallas] al interior de la ciudad tirando de sus
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ropas». Pero entonces, para eterna vergüenza de los egipcios, la disciplina de
sus tropas se rompió y, en lugar de sacar partido de su ventaja, se dedicaron a
saquear las pertenencias que el enemigo había dejado en el campo de batalla. Al
no ser capaces de tomar Megido antes de que la ciudad pudiera organizar sus
defensas, los egipcios se vieron obligados a prepararse para un largo asedio. Se
envió un destacamento de soldados a que midieran las murallas de la ciudad,
mientras que otros se dedicaban a talar los frutales circundantes. Después de un
gran esfuerzo, Megido se vio rodeada por un muro de madera de dos metros de
altura por uno de grosor, protegido además por un foso. Conforme iban pasando
lentamente los días y las semanas, algunos de los acosados y hambrientos
habitantes de la población la abandonaban para rendirse, y eran debidamente
indultados. Para el príncipe de Qadesh y sus aliados, era solo cuestión de tiempo.
A la larga, también ellos se rendirían a Thutmose, arrastrándose «sobre el vientre
para besar el suelo ante el poderío de Su Majestad, y para implorar aliento para
sus narices». 14
Su sumisión pública fue solo el principio. El victorioso rey nombró a nuevos
gobernantes en todas sus ciudades, se apoderó de su territorio y lo anexionó al
erario real. Los productos de las ricas tierras cultivables de la llanura de Megido,
junto con el tributo animal de toda el área de Oriente Próximo, proporcionaron a
Egipto una influencia económica equiparable a su poderío político y militar. El
botín de la batalla de Megido fue extraordinario: dos mil caballos y casi un
millar de carros; casi dos mil cabezas de ganado vacuno, el mismo número de
cabras y más de veinte mil ovejas; 1.796 esclavos y esclavas con sus hijos, y
numerosos prisioneros de guerra, incluidas las esposas del gobernante de
Qadesh. En conjunto, aquel representaría el acontecimiento militar más
significativo de todo el reinado de Thutmose III, y aseguraría el control egipcio