Page 285 - Auge y caída del antiguo Egipto
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Después de Megido, Thutmose III dirigió otras dieciséis operaciones militares
en Oriente Próximo durante las dos décadas siguientes, con la vertiginosa
frecuencia de casi una al año. La mayoría de ellas no fueron más que recorridos
de inspección acompañados de un fuerte dispositivo militar, destinados a
cimentar victorias previas y a recibir el tributo de los príncipes vasallos. Sin
embargo, hubo unas cuantas incursiones en Siria-Palestina que sí tuvieron
verdaderos propósitos militares. La ciudad-Estado de Tunip, en el norte de Siria,
planteaba una especial amenaza, y debido a ello fue objeto de tres campañas
consecutivas. Thutmose dirigió sus fuerzas contra los protectorados costeros de
Tunip, conquistándolos, llevándose a sus gobernantes como rehenes y
transformando sus puertos en centros de abastecimiento fortificados para el
ejército egipcio. De manera lenta pero sin pausa, Egipto fue eliminando la
oposición y anexionándose grandes franjas de Oriente Próximo. Allí donde
Thutmose I se había contentado con una exhibición de fuerza, su nieto estaba
decidido a conquistar y conservar territorios a largo plazo.
Y no es que Thutmose III fuera inmune a los atractivos de un buen golpe
propagandístico. En su octava campaña, decidió rematar los logros de su abuelo
siguiendo sus pasos hasta las mismas fronteras de Mitani. Tal como ocurriera dos
generaciones antes, el ejército egipcio viajó por mar desde el delta hasta Kebny.
Allí se taló madera y se construyeron barcos, que los hombres del faraón
procedieron a arrastrar por tierra hasta las orillas del Éufrates. Tras haber
«cruzado el gran recodo de Naharin lleno de valor y victoria al frente de su
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ejército», Thutmose encontró a las fuerzas de Mitani mal preparadas para la
batalla. El rey huyó, y la nobleza buscó refugio en unas cuevas cercanas a fin de
escapar al ataque egipcio, que devastó los pueblos y ciudades circundantes.
Thutmose tomó la retirada enemiga como una rendición, y dejó constancia de su
triunfo en una estela que mandó erigir junto a la inscripción que conmemoraba la
victoria de Thutmose I. La historia se repetía, justamente tal como pretendía el
rey. Para completar el efecto teatral, el faraón prosiguió hasta llegar a Niye,
donde mató a 120 elefantes emulando directamente a su abuelo. Luego se tomó