Page 281 - Auge y caída del antiguo Egipto
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que se había refugiado, junto con sus aliados clave, en la ciudad fortificada de
Megido (la Armagedón bíblica). Dado que Megido controlaba el valle de
Jezreel, la principal ruta norte-sur que atravesaba el norte de Canaán, y que
constituía asimismo la ruta más fácil entre el valle del Jordán y la costa
mediterránea, para Egipto suponía un riesgo ignorar aquel inoportuno
acontecimiento. Y el ataque era la mejor forma de defensa.
A finales del invierno de 1458, Thutmose III y su guardia real, integrada por
diez mil hombres, pasaron junto a la fortaleza fronteriza de Tyaru en dirección a
Megido. Tras una marcha de nueve días llegaron a Gaza, donde pasaron la noche
en amistosa compañía. Pero no era aquel el momento de relajarse; al despuntar el
alba se levantaron y se pusieron de nuevo en camino llenos de «valor, victoria,
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poder y vindicación». Otros once días de marcha a través de un territorio
desconocido y hostil llevaron al ejército hasta la ciudad de Yehem, donde el rey
convocó a su plana mayor. Desde Yehem, tres rutas distintas partían hacia
Megido: una por el norte, otra por el sur y una tercera, más directa, a través del
estrecho paso de Aruna. Según el registro oficial de la campaña, el rey se
decantó por la ruta en Aruna en contra del consejo de sus generales. Fuera cual
fuese la verdad subyacente a tal decisión, el caso es que esta resultaría acertada,
puesto que los soldados egipcios atravesaron el estrecho desfiladero, con
Thutmose a la cabeza, sin encontrar resistencia alguna. El enemigo había estado
aguardándoles en el norte y en el sur, sin contar en ningún momento con que se
arriesgarían a tomar la ruta de Aruna. Una vez que la retaguardia egipcia había
salido del paso sana y salva, el grueso de la fuerza siguió avanzando hacia
Megido, y en las primeras horas de la tarde acampó a orillas del riachuelo de
Qina. Como haría el Enrique V de Shakespeare en la víspera de la batalla de
Agincourt, Thutmose arengó a sus soldados con vistas al combate de la mañana
siguiente, indicando al cuerpo de guardia: «¡Sed firmes, sed firmes! ¡Estad
atentos, estad atentos!». 12
El 27 de abril al amanecer, el rey apareció en medio de su infantería montado
en un carro de electrum y ataviado con una reluciente armadura; una cegadora