Page 279 - Auge y caída del antiguo Egipto
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caracterizaron al reinado de Hatshepsut, la más eficaz y poderosa del puñado de
mujeres que llegaron a gobernar el antiguo Egipto.
Pero hay también otro aspecto destacado, además de inusual, en el reinado de
Hatshepsut: los inauditos favores que concedió al más devoto de sus partidarios,
Senenmut, un hombre de origen humilde que llegó a alcanzar una posición
prominente durante su regencia. Como tutor de la hija de Hatshepsut, disfrutaba
de un acceso privilegiado al círculo íntimo de la familia real; como supervisor de
la cámara de audiencias, en la práctica controlaba quién podía y quién no podía
ver a la regente, y como administrador del patrimonio de la reina, ejercía una
considerable influencia económica. Esta combinación de cargos le convirtió en
el cortesano más influyente, con mucho, de Hatshepsut. Parece que tuvo
asimismo cierta inclinación artística, a juzgar por la cantidad, calidad y
diversidad sin parangón de la estatuaria de Senenmut que se ha conservado, y
sus dotes fueron reconocidas por la propia Hatshepsut, que le ascendió a los
puestos de «supervisor de todas las obras del rey» y de arquitecto jefe. En
calidad de tal, dirigió la elaboración y el transporte de los obeliscos de la reina,
así como la construcción del «Sanctasanctórum». Su mayor recompensa, entre
muchas otras, fue el permiso real para grabar sus propios relieves piadosos en
Deir el-Bahari, en Ipetsut y «en [todos] los templos del Alto y el Bajo Egipto». 10
En Deir el-Bahari, incluso se hizo representar a sí mismo en el santuario
superior, aunque cuidando de que su figura quedara oculta al abrirse las puertas.
Que un plebeyo apareciera representado en la parte más sagrada del templo no
solo era algo inusual, sino un hecho sin precedentes.
Asimismo, se le permitió encargar la construcción de un vasto complejo
funerario, el mayor de su época, que incluía una capilla para el culto público y
una cámara mortuoria más recoleta; esta última llegaba hasta debajo del recinto
sagrado de Deir el-Bahari y estaba equipada con un sarcófago de piedra, lo que
constituía otra prerrogativa regia. Apenas sorprende que los envidiosos
contemporáneos de Senenmut albergaran sospechas acerca de la naturaleza
exacta de su relación con Hatshepsut, ni que un osado obrero tebano ilustrara los