Page 280 - Auge y caída del antiguo Egipto
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más difamatorios de aquellos rumores en un grafito sexualmente explícito.
Irónicamente, la elevación de Hatshepsut al más alto rango de la realeza no
llevó aparejado un ascenso proporcional para Senenmut. Este fue reemplazado
como tutor de la princesa, y posteriormente desapareció de los registros
oficiales. Se ignora aún hoy si cayó en desgracia, se jubiló o, simplemente,
murió por causas naturales. Pero lo que sí se sabe es que no se casó ni dejó
herederos; quizá ese fuera el precio que pagó por obtener y conservar el favor de
su señora.
MÁS PODER TODAVÍA
Aunque es posible que Hatshepsut, en sus momentos de mayor ambición,
confiara en ver a su hija seguir sus pasos, una sucesión madre-hija habría
tensado demasiado la cuerda de la ideología regia del antiguo Egipto. El caso es
que, al final, el trono pasó a su hijastro, sobrino y yerno, Thutmose III, quien,
tras una década y media como joven corregente, finalmente accedió al trono en
solitario en 1458. Fueran cuales fuesen sus sentimientos personales hacia su
madrastra, sin duda compartía con ella su idealización de Thutmose I; y, con el
mismo celo y la misma energía que su abuelo, se propuso consolidar su herencia
imperial. Solo diez semanas después de tomar las riendas del poder, Thutmose
III se puso a la cabeza de su ejército en su primera campaña militar en Oriente
Próximo. Estaba decidido, sin duda, a demostrar que era un líder tan valeroso y
resuelto como su antepasado. Pero había también un imperativo político de
carácter más inmediato: mientras el régimen de Hatshepsut se concentraba en los
proyectos de construcción en el propio territorio egipcio, los rivales extranjeros
de Egipto no habían permanecido ociosos. El reino de Mitani, temporalmente
humillado por Thutmose I, se había rehecho, y a la sazón se dedicaba a fomentar
la resistencia al dominio egipcio entre una coalición de príncipes asiáticos. El
más importante de ellos era el príncipe de Qadesh (la actual Tell Nebi Mend),