Page 368 - Auge y caída del antiguo Egipto
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exentos de las mismas reglas. Cualquier soldado declarado culpable de robar una
piel de animal —ni que fuera para complementar su equipo básico— sería
duramente castigado con un centenar de golpes y cinco heridas abiertas, además
de la confiscación del artículo robado.
Tras abordar el tema de la corrupción del funcionariado, Horemheb pasaba a
centrar su atención legislativa en los tribunales. Purgar a la judicatura siempre ha
sido una táctica favorita de los déspotas (especialmente los de origen militar), y
Horemheb no era una excepción. De modo que nombraba a un montón de
nuevos jueces, hombres que estuvieran «atentos a las palabras de la corte y a las
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leyes de la sala de juicios». Decretaba además que los funcionarios locales
declarados culpables de desvirtuar el curso de la justicia serían condenados a
muerte, y añadía: «Mi Majestad ha hecho esto para defender las leyes de
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Egipto»; y obviamente, la palabra del rey era la ley. El último grupo de medidas
del edicto de Horemheb son las que probablemente resultan más reveladoras, ya
que tratan de su propia seguridad personal. Una de las cláusulas establecía
nuevas restricciones a las actividades y movimientos de los empleados del harén
real, siempre un foco de disensión y de posible sedición. La décima y última
cláusula era aún más descarada, al decretar mayores gratificaciones para los
miembros de la guardia personal del rey:
Será como un día de fiesta para ellos: todos los hombres sentados con su parte de todas las cosas
buenas … aplaudidos por todas [sus] buenas acciones … arrojándoles [gratificaciones] por la Ventana [de
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Apariciones Públicas] y llamando a cada hombre por su nombre.
En adelante, la guardia real recibiría gratificaciones adicionales de las
propiedades personales del rey, aunque siguieran obteniendo regularmente
porciones del erario público. El quid pro quo era un nuevo protocolo de
seguridad para los aposentos más íntimos de palacio destinado a garantizar que
todo el mundo supiera cuál era su lugar y se mantuviera en él. Horemheb no
estaba dispuesto a correr ningún riesgo en lo que a su propia seguridad se refería.