Page 363 - Auge y caída del antiguo Egipto
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relacionara  con  el  rey  revolucionario—, pero existen interesantes indicios que
               apuntan a que su aptitud y sus dotes habían sido reconocidas ya por entonces con

               un  ascenso  a  un  alto  rango.  En  las  colinas  de  Ajetatón,  se  mandó  grabar  una

               tumba  inacabada  para  un  «escriba  del  rey»  y  general  llamado  Paatonemheb.
               Dado  que  bajo  el  régimen  de  Ajenatón  muchos  individuos  ambiciosos  se

               cambiaron el nombre a fin de eliminar cualquier referencia a los antiguos dioses,

               es  bastante  probable  que  Paatonemheb  («Atón  [está]  de  fiesta»)  y  Horemheb

               («Horus [está] de fiesta») fueran la misma persona. Lo que está claro es que,
               para  cuando  Tutankamón  accedió  al  trono,  en  1332,  Horemheb  se  había

               convertido en el prominente comandante en jefe, en un «general de generales»,

               del joven ejército del rey.
                  La  magnífica  tumba  privada  de  Horemheb  en  Saqqara  está  decorada  con

               suntuosas imágenes donde se representan sus actividades como «gran supervisor

               del ejército». Las escenas de la vida en un campamento militar muestran a chicos

               mensajeros corriendo a paso ligero para llevar instrucciones de tienda en tienda.
               En  otras,  Horemheb  escucha  las  súplicas  de  unos  emisarios  que  le  piden

               clemencia  y  se  postran  «siete  veces  sobre  el  vientre  y  siete  veces  sobre  la

               espalda».  Más  inquietantes  son  las  escenas  de  prisioneros  de  guerra  de  las
               campañas de Horemheb en Oriente Próximo y Nubia: filas y filas de cautivos

               haciendo cola ante el comandante en jefe a la espera de su destino. Con manillas

               de madera en las muñecas y sogas en el cuello, los prisioneros asiáticos desfilan
               entre burlas y empujones de los soldados egipcios. Como práctica habitual de la

               política militar, familias enteras de hombres, mujeres y niños eran trasladadas a

               Egipto como rehenes a fin de asegurar la buena conducta de los compatriotas
               que quedaban en su tierra. Un trato aún más humillante era el reservado a los

               ciudadanos  nubios  del  «abominable  Kush»,  el  chivo  expiatorio  favorito  de

               Egipto. El jefe kushita fue obligado a postrarse ante Horemheb mientras unos

               soldados egipcios hostigaban y atacaban a sus hombres, golpeándolos con palos
               y  propinándoles  puñetazos  en  la  mandíbula  en  un  acto  de  humillación

               deliberada. Y mientras tanto, con la acostumbrada eficiencia militar, los escribas
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