Page 365 - Auge y caída del antiguo Egipto
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y el ascenso al trono como faraón del viejo sirviente Ay— permanece rodeada de
misterio. Quizá fuera esa la intención de Horemheb. Aunque sus esperanzas de
ser elegido se vieran temporalmente frustradas por la intervención de Ay, él sabía
que el nuevo rey era un anciano al que le quedaba ya poco tiempo de vida.
Después de toda una trayectoria profesional dedicada a crearse su base de poder
y a esperar su momento, sin duda Horemheb podía aguardar otros pocos años
antes de reclamar su premio.
Es posible que su subida al trono del señor de las Dos Tierras, tras el breve
reinado de cuatro años de Ay (1322-1319), se considerara algo inevitable. Al fin
y al cabo, Horemheb había sido designado heredero de Tutankamón, y no hacía
sino cumplir su destino. Ese, sin duda, sería el discurso de los propagandistas
reales a favor de la elevación del general. Pero, en realidad, la apropiación del
trono por parte de un plebeyo sin conexiones reales representaba una absoluta
ruptura con la tradición, y amenazaba con socavar los propios fundamentos de
una monarquía hereditaria. A todos los efectos prácticos, la entronización de
Horemheb no fue más que un golpe militar. Era un táctico lo suficientemente
hábil como para ser consciente de los peligros que ello entrañaba, y entendía
claramente que iba a necesitar tanto legitimar sus propias pretensiones de realeza
como remodelar el conjunto de las instituciones a fin de asegurarse el trono. Aun
contando con el respaldo del ejército, la aplicación de un nuevo programa para
Egipto requeriría de todas sus dotes estratégicas.
El primer paso, como siempre, era obtener la sanción divina de su régimen, lo
que Horemheb logró por el expediente, tan brillante como sencillo, de hacer
coincidir su coronación con la Festividad anual de Opet en Tebas. Cuando salió
del santuario del templo de Luxor, a la vez recién coronado e imbuido de
poderes divinos gracias a su comunión con Amón-Ra, ¿cómo podría nadie poner
en duda o cuestionar su derecho a gobernar? Una vez firmemente asentado en el
trono de Horus, el rey puso a trabajar a sus teólogos para que le elaboraran una
biografía apócrifa que explicara el ascenso a la corona de un general del ejército.
El resultado sería uno de los sofismas más ingeniosos que jamás salieron de la