Page 378 - Auge y caída del antiguo Egipto
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cambiado de bando. Para los egipcios, en cambio, aquellos extraños
acontecimientos ocurridos lejos de Egipto debieron de reavivar la posibilidad de
una victoria. Por lo pronto, se estableció una paz precaria en Siria, al tiempo que
Egipto y los hititas entraban en un compás de espera.
Así estaban las cosas cuando Seti I accedió al trono. Dado que por sus venas
corría sangre de soldado, se mostró inquebrantable en su determinación de
restablecer el mancillado orgullo nacional egipcio. Después de medio siglo de
deshonrosa retirada, había llegado el momento de que Amón-Ra se pusiera de
nuevo en marcha. Tras haber reafirmado el control egipcio sobre Fenicia y
Canaán, Seti puso sus miras en Amurru y Qadesh. Recuperarlas representaría un
simbólico y potente golpe para las aspiraciones hititas, y ayudaría en gran
medida a recuperar la reputación nacional de Egipto. Justo un año después de
reconquistar Beth-Shan y Yenoam, el ejército de Seti penetró profundamente en
Siria central. Qadesh fue conquistada, y Seti ordenó triunfante que se erigiera
una magnífica inscripción de victoria en la ciudad (su júbilo, no obstante, sería
efímero; apenas las tropas egipcias hubieron desaparecido en el horizonte, los
pérfidos habitantes de Qadesh se apresuraron a volver al redil hitita). En cambio,
las fuerzas del faraón tuvieron bastante más éxito con la provincia de Amurru;
una vez recuperada, esta permaneció leal a su nuevo señor egipcio. Al final de la
campaña, una gran parte de Asia central había cambiado de bando. Seti había
resarcido las humillaciones de las generaciones anteriores y había puesto de
nuevo a Egipto en la senda de la grandeza imperial. O al menos eso era lo que él
creía; en realidad, los hititas no estaban haciendo otra cosa que reagruparse,
puesto que no tenían la menor intención de dejar las cosas como estaban. Tras
reagrupar sus considerables fuerzas en lo alto de la meseta de Anatolia, se
prepararon para una guerra total. Mientras el cielo se oscurecía sobre Oriente
Próximo, el inminente enfrentamiento entre las dos superpotencias no podía
tardar mucho en llegar.
Tras la aparente audacia y determinación de la política exterior de Seti I se
oculta un enigma. Si Egipto y los hititas habían llegado realmente a una especie