Page 383 - Auge y caída del antiguo Egipto
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La enorme fuerza reunida por Ramsés, que probablemente representaba las
tres cuartas partes de los efectivos militares totales de Egipto, estaba formada
por cuatro divisiones, cada una de ellas a las órdenes de un alto oficial real. El
propio monarca estaba al mando de la división principal, bautizada con el
nombre de Amón. Detrás le seguían las divisiones de Ra, Ptah y Seth. Una vez
en marcha, las tropas formaban una hilera de armas que centelleaban bajo la luz
del sol a lo largo de más de un kilómetro y medio, un espectáculo ciertamente
imponente. Como hijo mayor y sucesor del rey guerrero Seti I, Ramsés había
aprendido junto a su padre el arte del liderazgo militar, y sabía que su imagen
triunfante encaramado a su carro dorado serviría a la vez para inspirar a sus
propias tropas y para infundir temor en el corazón de su enemigo. De hecho, los
primeros informes del campo de batalla sugerían que los hititas se habían
asustado. Cuando la división de Amón avanzaba a través de los densos bosques
de la orilla sur del Orontes, los exploradores egipcios interceptaron a dos
miembros de unas tribus beduinas. El interrogatorio reveló una noticia tan
sorprendente como bien acogida: el ejército hitita, intimidado por la
determinación de Ramsés y su temible maquinaria bélica, había puesto tierra de
por medio y en aquel momento se encontraba a casi doscientos kilómetros de
allí, en el territorio de Alepo. Temiendo la posibilidad de que se les estuviera
proporcionando deliberadamente una información falsa, los egipcios volvieron a
interrogar a los nómadas, pero estos se mantuvieron en sus trece. Todo parecía
favorecer a Ramsés. Alentado por aquel giro inesperado de los acontecimientos,
el ejército prosiguió la marcha rumbo a Qadesh.
Una vez que dejó atrás los bosques, la división de Amón vadeó el Orontes en
las inmediaciones de la aldea de Shabtuna (la actual Ribla) y, después de otras
tres horas de marcha, llegó a su lugar de acampada frente a Qadesh. El
emplazamiento había sido bien elegido, con un arroyo cercano que
proporcionaba un bienvenido refresco tanto a los hombres como a los caballos.