Page 388 - Auge y caída del antiguo Egipto
P. 388

la  literatura—,  el  monarca  difundió  por  todo  Egipto  su  versión  de  los
               acontecimientos.  Hizo  que  los  mejores  escritores  del  país  compusieran  una

               detallada descripción en prosa de la batalla junto con un poema épico, ambos

               destinados  a  celebrar  la  «gran  victoria»  del  rey  sobre  los  hititas.  Los  textos
               fueron inscritos en los muros de los templos, y seguramente serían recitados a

               menudo  con  aire  triunfal  en  la  corte.  Para  complementar  tales  panegíricos

               literarios,  Ramsés  encargó  a  sus  artistas  que  elaboraran  una  serie  de  escenas

               pictóricas que captaran los principales momentos de la batalla. La principal de
               entre aquellas representaciones, por descontado, sería la figura exageradamente

               acrecentada  del  valeroso  monarca,  completamente  solo  en  el  bando  egipcio,

               manteniendo a raya al enemigo sin ayuda de nadie. Tan encantado quedó el rey
               con el resultado que mandó tallar la misma serie de imágenes en las fachadas de

               al menos cinco grandes templos. Tanto los poemas como las imágenes permitían

               a Ramsés contrarrestar la incompetencia e indecisión de sus altos oficiales con

               su propia previsión y serenidad bajo el fuego enemigo. Para un rey cuyo derecho
               de nacimiento podría haberse visto amenazado por alguien de su propio ejército,

               esta debió de ser la más dulce de las venganzas.

                  Para  los  estudiosos  modernos,  esas  imágenes  y  palabras  proporcionan
               infinidad de detalles que hacen de la batalla de Qadesh el enfrentamiento bélico

               mejor conocido del mundo antiguo. Sin embargo, para los contemporáneos de

               Ramsés, aquellas descripciones no hacían sino anunciar un retorno a la realeza
               vanagloriosa y rimbombante de antaño. Tras la herejía de Ajenatón, los efímeros

               reinados  de  sus  sucesores  inmediatos,  la  junta  militar  de  Horemheb  y  los

               primeros  ramésidas,  volvía  de  nuevo,  y  con  más  fuerza  que  nunca,  una
               monarquía resplandeciente y triunfalista; aunque con ello la verdad tuviera que

               sufrir.





               REY DE REYES
   383   384   385   386   387   388   389   390   391   392   393