Page 390 - Auge y caída del antiguo Egipto
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piedra era algo que estaba fuera del alcance de la prodigiosa producción de las
canteras egipcias, de manera que Ramsés recurrió al viejo expediente de demoler
los monumentos de sus antecesores y requisar la piedra para sus propios fines.
Las principales víctimas de su saqueo a gran escala fueron los templos
construidos por Ajenatón en Tebas y Ajetatón. Los pequeños y regulares bloques
de piedra que habían permitido al rey hereje construir sus monumentos con tanta
rapidez, facilitaron ahora una demolición igualmente rápida. Se extrajeron miles
de bloques de los templos de Atón para facilitar la construcción de nuevos
santuarios consagrados a los antiguos dioses. De ese modo, Ramsés podía matar
dos pájaros de un tiro: limpiar el territorio de la herejía de Ajenatón y
presentarse como el paladín de las deidades tradicionales egipcias.
Desde el reinado de Amenhotep III, noventa años antes, el mayor escenario
para las ceremonias de la realeza divina había sido el templo de Luxor, dado que
su gigantesca sala hipóstila y su hermoso atrio descubierto proporcionaban un
espectacular telón de fondo a los misterios de la Festividad anual de Opet. La
tentación de hacerlo aún más grandioso resultó irresistible para Ramsés, que
añadió un atrio completamente nuevo y una colosal puerta de entrada al templo,
decorada con enormes escenas de su «triunfo» en la batalla de Qadesh. Siempre
dispuesto a mejorar los monumentos de sus predecesores, no dudó en modificar
el eje principal del templo de Luxor para alinearlo mejor con Ipetsut y crear una
vía procesional más coherente. Por último, para decorar la nueva fachada de
Luxor, Ramsés mandó instalar lo que se convertiría en su marca distintiva: un
par de colosales estatuas sedentes de sí mismo, en este caso complementadas con
un par de obeliscos imponentes. Lo importante, al parecer, era el espectáculo.
Pero en ningún otro lugar se aprecia mejor el gusto de Ramsés por el teatro y
el autobombo que en el denominado «templo de Ramsés-elamado-de-Amón» (la
actual Abu Simbel), en la Baja Nubia. La desnuda pared rocosa de una montaña
sagrada que dominaba el Nilo justo al norte de la segunda catarata, fue el
entorno elegido para llevar a término el proyecto más notable y vanaglorioso del
rey. El menor de los dos templos se consagraría oficialmente a la diosa madre y a