Page 379 - Auge y caída del antiguo Egipto
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de  acuerdo  durante  el  reinado  de  Horemheb,  tal  como  sugieren  las  fuentes
               posteriores, entonces las atrevidas campañas de Seti se lo saltaron a la torera. Es

               más,  sus  acciones  desencadenaron  una  serie  de  choques  cada  vez  más

               sangrientos que se tradujeron no en el restablecimiento de la supremacía egipcia,
               sino en pérdidas a largo plazo. Vistas retrospectivamente, las guerras asiáticas de

               Seti parecen tan precipitadas como imprudentes. Una posible explicación es que

               su decisión viniera dictada más por la conveniencia política que por un cálculo

               minucioso de los intereses estratégicos de Egipto. A lo largo de toda la historia,
               los  gobernantes  han  recurrido  habitualmente  al  ardid  de  avivar  un  conflicto

               externo  para  desviar  la  atención  de  los  problemas  internos  de  su  país.  Y,  de

               hecho,  hay  sugerentes  indicios  ya  en  los  comienzos  del  reinado  de  Seti  que
               parecen indicar cierta inseguridad en el corazón de su régimen. En los relieves

               bélicos del rey grabados en Ipetsut aparece una enigmática figura, descrita solo

               como  «Mehy,  el  organizador  del  grupo  y  portador  del  abanico»,  a  la  que  se

               representa otorgándole una prominencia poco habitual, como si desempeñara un
               papel clave en las batallas y en el conjunto de la estrategia ofensiva de Seti.

                  Para haber obtenido tan elevado estatus en un monumento real, el tal Mehy

               (una abreviatura de otro nombre más largo que ignoramos) debió de ser una de
               las figuras más influyentes de la corte, quizá ocupando una posición similar a la

               de Horemheb durante el reinado de Tutankamón o a la de Paramesu durante el de

               Horemheb. Incluso se ha sugerido que el misterioso Mehy podría ser el heredero
               designado por Seti, y que el marcial monarca había decidido seguir el reciente

               precedente dejando el trono a un oficial del ejército como él.

                  De ser así, está claro que el hijo de Seti, el adolescente príncipe Ramsés, tenía
               otras ideas. A los pocos años de que fueran grabadas, todas las representaciones

               de  Mehy  serían  sistemáticamente  borradas  de  los  relieves  de  Ipetsut,  para  ser

               reemplazadas  por  la  propia  imagen  de  Ramsés.  La  siguiente  generación  de  la

               dinastía  ramésida  no  tenía  la  intención  de  permitir  que  un  simple  plebeyo
               ejerciera  tal  influencia  sobre  los  asuntos  del  reino.  Ramsés,  y  solo  él,  sería

               reconocido por la posteridad como el verdadero heredero de su padre y su más
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