Page 415 - Auge y caída del antiguo Egipto
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mejor, y poseídos por una naturaleza feroz y belicosa, los Pueblos del Mar se
habían revelado una fuerza imparable en su constante avance hacia el sur y hacia
el este, a lo largo de las costas egeas y mediterráneas de Asia Menor, y por todo
el litoral de Oriente Próximo hacia el Sinaí y el delta del Nilo. Junto con los
batallones de soldados bien armados (y bien protegidos con arneses), viajaban
las mujeres y los niños en carretas tiradas por bueyes, llevando consigo sus
escasas pertenencias. Era la emigración masiva de un pueblo desesperado y
decidido. Hasta entonces, ninguna ciudad ni Estado había sido capaz de resistir a
su avance; Egipto sabía que se enfrentaba a una lucha por la supervivencia.
En aquel momento de peligro nacional, Ramsés III demostró ser un auténtico
heredero de su gran predecesor. En cuanto supo de la inminente invasión
terrestre que se dirigía hacia Egipto desde el sur de Palestina, ordenó a las
fortalezas fronterizas de la zona oriental del delta que se mantuvieran firmes
hasta que llegaran refuerzos. Se movilizaron las tropas de todo el país, con
órdenes de reagruparse en la frontera oriental y repeler a los invasores. Pero los
jefes de los Pueblos del Mar sabían muy bien que Egipto iba a ser un adversario
resuelto, y habían decidido ejercer la máxima presión sobre las fuerzas del
faraón atacando en dos frentes: mientras la fuerza terrestre avanzaba sobre el
delta desde el nordeste, una importante fuerza anfibia de barcos de transporte de
tropas se dirigía a la desembocadura del principal brazo del Nilo, con la
intención de desembarcar a un segundo ejército. Sus órdenes, sin duda, eran
seguir río arriba, hacia el núcleo comercial y militar de Per-Ramsés. La
conquista de la capital del delta oriental significaría en la práctica controlar todo
el norte de Egipto, tal como ocurriera con los hicsos 450 años antes. Cuando
Ramsés y sus generales sopesaron la situación, se dieron cuenta de que Egipto
no se enfrentaba meramente a una invasión hostil, sino a la amenaza de una
ocupación permanente.
La respuesta fue una leva nacional inmediata; en su hora de mayor necesidad,
el país requería la solidaridad de todos los hombres aptos. Mientras el ejército
profesional se dirigía hacia la frontera nororiental, los reclutas fueron enviados a