Page 418 - Auge y caída del antiguo Egipto
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hundidas y cientos de invasores murieron ahogados. Al final del día los egipcios
               habían triunfado: sus adversarios habían muerto o se les había hecho prisioneros.

               Entre todas las grandes potencias de Oriente Próximo, Egipto había sido la única

               que había rechazado a los Pueblos del Mar y conservado su independencia.
                  Ramsés III había salvado al país del «peor desastre de la historia antigua»,             11

               pero su victoria en la zona de desembarco del delta resultaría ser el canto del

               cisne  del  Imperio  Nuevo.  De  repente  el  mundo  se  había  llenado  de

               incertidumbres, y las maneras habituales de hacer las cosas, las formas que tan
               bien habían servido a los egipcios durante siglos, ahora se revelarían deficientes.






               CONFLICTOS LABORALES

               Tras el doloroso encuentro con los Pueblos del Mar, la reacción inmediata del

               gobierno egipcio fue esconder la cabeza bajo el ala y seguir como si no hubiera

               cambiado  nada.  La  tradición  dictaba  que  una  gran  victoria  militar  exigía  una

               conmemoración monumental, y eso fue exactamente lo que encargó el rey. Al
               igual  que  Ramsés  II  utilizó  el  Ramesseum  para  celebrar  su  (cuestionable)

               victoria  en  Qadesh,  también  Ramsés  III  convirtió  su  templo  funerario  —que

               imitaba bastante fielmente al de su predecesor— en un monumento a los caídos.
               En la «Mansión de Millones de Años del Rey Ramsés, Unido con la Eternidad

               en el Patrimonio de Amón» (hoy conocida como Medinet Habu), se talló en todo

               el muro norte una vasta escena representando las batallas terrestre y marítima

               contra los Pueblos del Mar. Así pues, el último gran monumento real de Egipto
               conmemoraba la última gran victoria militar del país.

                  Alborozado por la construcción de tan grandioso edificio, en 1172 Ramsés III

               ordenó la inspección de todos los templos de la nación que había planificado una
               década  antes.  Después  de  tres  años  defendiendo  las  fronteras  de  Egipto  —no

               solo  de  los  Pueblos  del  Mar,  sino  también  frente  a  dos  tentativas  de  invasión

               libias—,  finalmente  el  faraón  y  su  administración  se  sentían  lo  bastante
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