Page 423 - Auge y caída del antiguo Egipto
P. 423
horas más de conversaciones, finalmente capitularon y pagaron a los huelguistas
las raciones atrasadas del mes anterior. Ello ayudó a suavizar las tensiones del
momento, pero el problema subyacente seguía sin ser abordado: estaban casi a
mediados de otro mes sin que hubiera indicios de un nuevo pago de los salarios.
El cuarto día de la disputa, los trabajadores recibieron la noticia de que el
alcalde de Tebas había cruzado a la orilla occidental con más provisiones. El jefe
de policía les pidió que fueran con sus esposas e hijos al cercano templo
funerario de Seti I, para esperar allí la llegada del alcalde. Pero no era tan fácil
engatusar a los huelguistas; ya habían oído antes promesas parecidas, y habían
aprendido a no fiarse de las engañosas palabras de los funcionarios. De hecho,
hicieron falta otros cuatro días de protestas y de marchas —incluida una
nocturna, con las llameantes antorchas de los hombres iluminando el cielo—
para conseguir las tan atrasadas raciones.
Aun así, el aparato estatal fue incapaz de cumplir con sus deberes básicos.
Dos semanas después de la primera serie de disputas, los trabajadores de la
necrópolis fueron de nuevo a la huelga, esta vez llevando su protesta hasta el
puesto de control de entrada al Valle de los Reyes. Las autoridades empezaban a
estar seriamente inquietas por aquellas manifestaciones públicas de
desobediencia, y presionaron a los líderes de la comunidad para que condujeran
a los huelguistas de vuelta a su aldea. Al verse amenazado por una evacuación
forzosa, uno de los trabajadores amenazó con causar daños a una de las tumbas
reales fueran cuales fuesen las consecuencias. Los ánimos se caldeaban.
El enfrentamiento entre los trabajadores y las autoridades estatales culminó
justo dos meses antes de que empezara el año jubilar. Declarándose en huelga
por cuarta vez, los hombres iniciaron una nueva marcha desde su poblado,
ignorando con decidida obstinación las súplicas de sus superiores: «No vamos a
14
volver. ¡Decídselo a vuestros jefes!». Esta vez dejaron claro que sus agravios
no tenían que ver solo con las raciones atrasadas, sino con las deficiencias
generalizadas de la administración: