Page 427 - Auge y caída del antiguo Egipto
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diligencias procesales para negarles una buena memoria. De ahí que el
comandante de las tropas nubias Jaemuaset («surgido en Tebas») se convirtiera
en Binemuaset («malo en Tebas»), Meryra («amado de Ra») pasara a ser
Mesedsura («odiado de Ra») y Paraheruenemef («Ra está en su mano derecha»)
se convirtiera en Parakamenef («Ra le deja ciego»). Los conspiradores
secundarios escaparon a la pena de muerte, pero sufrieron mutilaciones terribles;
les cortaron la nariz y las orejas a fin de que quedaran identificados para siempre
como criminales convictos. Como advertencia al conjunto de la población,
incluso quienes no habían estado directamente implicados en el complot, pero se
habían limitado a guardar silencio sobre el asunto, fueron castigados; hacer oídos
sordos a la sedición equivalía también a una traición.
Por último, y para eliminar cualquier evidencia de la conspiración y del
tribunal creado para investigarla, se inició un proceso contra tres de los jueces y
dos funcionarios de la corte. Bajo cargos inventados, fueron acusados de
mantener una relación inadecuada con los conspiradores. Uno de los jueces fue
declarado inocente y los otros dos fueron condenados a la mutilación, pero —
convenientemente para el Estado— se suicidaron antes de que pudiera ejecutarse
la sentencia. Una vez finalizado el informe del tribunal, las autoridades
esperaban que todo aquel lamentable episodio pasara definitivamente a la
historia.
Pero, obviamente, tal cosa era imposible. Aquello había revelado la existencia
de serias divisiones entre la dinastía dirigente y los miembros del gobierno, entre
las distintas facciones de la propia familia real, entre el alegre optimismo de
quienes ostentaban el poder y el profundo malestar que reinaba en el país en
general. El futuro del Egipto ramésida no podía presentarse más amenazador.
Ya fuera por las heridas infligidas por sus agresores o por causas naturales, el
caso es que Ramsés III falleció en 1156, apenas unos meses después de que se
descubriera el complot. Su muerte señaló no solo la desaparición del último gran
faraón de Egipto, sino el final de la confianza del país en su propio destino. El
contrato tácito entre gobernantes y gobernados, un acuerdo que había asegurado