Page 432 - Auge y caída del antiguo Egipto
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condena a perpetuidad en un grupo de trabajo.
                  En  el  servicio  de  trabajo  colectivo  forzado  se  llevaba  una  vida  dura  y  sin

               descanso. Según la ley del antiguo Egipto, a los delincuentes graves se les podía

               condenar a trabajos forzados, o incluso podían ser desterrados a «la guarnición
               de Kush» para trabajar en las atroces condiciones de las minas de oro nubias.

               Para las personas normales y corrientes respetuosas con la ley, la perspectiva del

               trabajo forzado apenas resultaba menos terrible. Los trabajadores disponían de

               pocas libertades y ningún lujo, y las raciones que recibían correspondían a un
               nivel  de  mera  subsistencia.  Solo al final de su período de servicio podían los

               hombres  volver  a  casa;  eso  en  el  supuesto  de  que  hubieran  sobrevivido  a  la

               enfermedad  y  a  las  lesiones.  Por  desgracia,  en  los  proyectos  del  gobierno  los
               estándares de sanidad y seguridad eran tremendamente pobres y el número de

               bajas, muy elevado.

                  Los  peligros  del  trabajo  colectivo  forzado  se  revelaron  de  forma

               especialmente evidente en 1153, en los comienzos del reinado de Ramsés IV, en
               una expedición a las canteras del Uadi Hammamat. Justo cinco meses después

               de su ascenso al trono, Ramsés decidió reanudar la actividad de las canteras tras

               una  pausa  de  cuarenta  años.  A  fin  de  preparar  el  terreno,  primero  envió  una
               misión  de  408  efectivos  para  reconocer  la  zona  y  hacer  los  preparativos

               necesarios en la cantera para la reanudación de los trabajos a gran escala. Tras

               ulteriores visitas por parte de diversos burócratas durante los meses siguientes,
               finalmente se decidió que todo estaba listo. Así, en el tercer año del reinado de

               Ramsés partió de Tebas una gran expedición, de una envergadura que en Egipto

               no se veía desde hacía más de setecientos años. En lo que representa un indicio
               de su importancia nacional, la misión estaba dirigida por la figura más poderosa

               de  Tebas,  el  sumo  sacerdote  de  Amón,  Ramsés-Najt.  Le  ayudaban  varios

               funcionarios tanto civiles como militares —el visir, un supervisor del erario, el

               responsable de la tributación, el alcalde de Tebas y dos mayordomos reales, a los
               que  acompañaba  también  un  teniente  general  del  ejército—,  puesto  que  se

               trataba  de  una  operación  combinada.  Bajo  su  mando  conjunto  marchaba  una
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