Page 431 - Auge y caída del antiguo Egipto
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recompensada labor constituía la base de la prosperidad del país. En un sentido
               muy real, fue el sudor de su frente el que construyó la civilización faraónica,

               algo  que  los  faraones  y  sus  consejeros  parecían  no  advertir,  o  ignorar

               conscientemente.
                  Quizá la más gravosa y odiada de todas las formas de tributación era el trabajo

               colectivo  forzado,  un  impuesto  que  todos  los  hombres  sanos  del  territorio

               pagaban  en  forma  de  trabajo,  cuando  así  se  requería  (y  que  en  Egipto  no  se

               aboliría oficialmente hasta el año 1889 de nuestra era). Los únicos trabajadores
               exentos de este servicio eran los empleados de los templos que habían obtenido

               inmunidad  respecto  a  la  convocatoria  por  real  decreto.  Desde  los  albores  del

               Estado egipcio, era el trabajo colectivo forzado el que proporcionaba la mano de
               obra  necesaria  para  los  masivos  proyectos  de  construcción  estatales,  desde  la

               extracción  de  piedra  hasta  la  construcción  de  las  pirámides  y  los  templos.  El

               reclutamiento para este servicio se organizaba al estilo militar, y, al igual que

               otras  formas  de  tributación,  lo  llevaban  a  cabo  los  funcionarios  locales,  y  los
               ancianos de los pueblos y ciudades, que actuaban a las órdenes de sus superiores

               regionales  y  nacionales.  Los  sargentos  encargados  del  reclutamiento

               normalmente llamaban a filas en aquellos momentos del año en que la economía
               agraria podía arreglárselas sin una proporción importante de la mano de obra:

               durante  la  crecida,  cuando  los  campos  estaban  inundados  o  en  la  época  de

               crecimiento de las cosechas, cuando la tierra necesitaba menos trabajadores.
                  La leva era indiscriminada y a menudo injusta. Muchos de los que no eran

               aptos para el servicio se veían obligados a desempeñarlo a pesar de sus protestas.

               No  había  derecho  de  apelación.  Los  padres  se  veían  asignados  a  grupos  de
               trabajo  en  sustitución  de  sus  hijos  indigentes.  Cuando  se  llevaban  a  los

               campesinos de los campos y aldeas de todo el país, estos se encontraban presos

               en  un  sistema  estatal  del  que  había  pocas  posibilidades  de  escapar,  si  es  que

               había  alguna.  A  los  desertores  se  les  imponía  un  castigo  colectivo,  y  las
               autoridades tomaban a sus familias como rehenes hasta el regreso de aquellos. El

               castigo  para  los  desertores  que  volvían  o  eran  localizados  consistía  en  una
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