Page 430 - Auge y caída del antiguo Egipto
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familia, podría haber llevado una vida tolerable. Sin embargo, dado que en teoría
todo lo que había en Egipto pertenecía a la corona, las autoridades cobraban
impuestos por el privilegio de cultivar las «tierras del faraón». Como todos los
gobiernos de la historia, los gobernantes del antiguo Egipto se mostraban
especialmente hábiles a la hora de recaudar dichos impuestos, empleando a toda
una red de agentes locales para prevenir la evasión. Asimismo, dado que se
trataba de una economía premonetaria, los impuestos se recaudaban en la forma
de una parte de la producción agraria de cada granja, que debía ser entregada
tanto si había abundancia como si se pasaba hambre. Los morosos podían acabar
dando con los huesos en la cárcel, una perspectiva muy desagradable que la
mayoría hacía todo lo posible por evitar. Como resultado de ello, «las familias
campesinas oscilaban constantemente entre la pobreza abyecta y la miseria
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absoluta». Como en la Inglaterra de Robin Hood, la única forma de escapar a
los impuestos abusivos era abandonar los campos, huir y vivir como un forajido
en los márgenes de la sociedad. A medida que avanzaba el Imperio Nuevo, el
número de personas que optaron por dar este paso desesperado fue cada vez
mayor.
La dura vida del campesino está documentada con un grado de detalle poco
habitual en un papiro de finales de la XX Dinastía. El texto cuenta la historia de
un hombre llamado Uermai, que huyó de su aldea en el Alto Egipto para
dirigirse al «Gran Oasis» del Desierto Occidental (la actual Dajla) en busca de
una vida mejor. Pero, lejos de ello, se encontró en circunstancias aún peores que
las que había dejado atrás, sometido a un alcalde poco compasivo y menos
escrupuloso aún que tenía el poder de hacer que su población llevara una vida
miserable. Las autoridades locales no solo recaudaban impuestos con la crueldad
habitual, sino que además se sacaban un extra reduciendo deliberadamente las
raciones distribuidas entre los ya agobiados campesinos. Como resultado de ello,
el pueblo pasaba hambre mientras los burócratas locales prosperaban.
Despreciada por la élite literaria, la gran masa de trabajadores agrarios de
Egipto era engañada y explotada, y ello a pesar de que su incansable y mal