Page 425 - Auge y caída del antiguo Egipto
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dotación de tierras, sus propios talleres y su propia administración; era en la
práctica una corte paralela, y una estructura así no carecía de sus peligros.
Ya desde los tiempos del Imperio Antiguo, el harén había sido un semillero de
complots. Había algo en aquella claustrofóbica atmósfera que alimentaba los
celos más intensos y rivalidades personales entre las numerosas esposas del rey.
Con pocas cosas en las que ocupar sus mentes aparte de tejer y unos cuantos
placeres ociosos, las concubinas más ambiciosas alimentaban resentimientos, se
sentían airadas por el bajo estatus de su descendencia y se preguntaban cómo
podían mejorar su fortuna y la de sus hijos. Cuando el faraón era un líder fuerte
coronado por el éxito, esta clase de murmuraciones bajaban de tono; pero,
cuando las cosas iban mal en el conjunto del país, el atractivo de la sedición
resultaba más tentador.
En 1157, cuando la euforia transitoria del jubileo de Ramsés III se había
desvanecido, las nubes que presagiaban la inminente tormenta resultaban ya
visibles para todo el mundo. La salud del rey era cada vez más precaria, y Egipto
había entrado en una espiral descendente. Los tiempos desesperados parecían
requerir medidas desesperadas. En el aislamiento del palacio del harén, una de
las esposas secundarias del monarca, la señora Tiyi, decidió abordar el asunto
por su cuenta y reveló su traicionero plan al director del harén y a su escriba. Su
intención era eliminar al legítimo heredero, el príncipe Ramsés, e instalar en su
lugar a su propio hijo, Pentaur, en el trono. Al poco tiempo la conspiración había
atraído también a otros muchos empleados del palacio del harén. Incluso algunos
de los miembros del círculo de allegados del rey se unieron a los conspiradores;
con el responsable del erario y el real chambelán implicados, Ramsés III y su
heredero corrían un grave peligro.
El plan era tan taimado como complejo. Mientras los cabecillas se encargaban
del objetivo principal (el asesinato de Ramsés III y/o la «eliminación» del
heredero designado por él), las otras mujeres del harén propagarían activamente
la sedición entre sus parientes de fuera del palacio, a fin de «agitar a la gente e
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incitar al conflicto para fomentar la rebelión contra su Señor». Una de las