Page 424 - Auge y caída del antiguo Egipto
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Hemos ido [a la huelga] no por hambre, sino [porque] tenemos una grave acusación que hacer: en este
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                  lugar del Faraón se han hecho mal las cosas.


                  Para  unas  autoridades  acostumbradas  a  una  población  servil,  este  discurso

               resultaba ciertamente peligroso. Aun así, en el seno del gobierno prevaleció la
               mentalidad  «del  avestruz».  Unas  semanas  más  tarde,  el  propio  visir  acudió  a

               Tebas,  pero  no  para  aplacar  a  los  trabajadores  en  huelga,  sino  para  recoger

               estatuas  de  culto  destinadas  a  la  inminente  celebración  del  jubileo.  Realizó
               apenas una breve visita a la orilla occidental e indignó a los trabajadores con una

               pequeña limosna de su jefe de seguridad, que provocó nuevas manifestaciones.

                  Cuando  llegó  el  jubileo,  la  indiferencia  de  las  autoridades  fue  aparcada
               temporalmente  en  interés  de  la  unidad  nacional.  El  decoro  y  cierto  egoísmo

               básico exigían que el gran año del rey transcurriera sin grandes incidentes, de

               manera que se pagó puntualmente a los trabajadores. Sin embargo, no bien hubo
               terminado el jubileo el sistema se desmoronó una vez más, propiciando nuevas y

               regulares  acciones  de  huelga.  El  corazón  del  gobierno  estaba  podrido,  y  la

               relación entre el Estado y sus trabajadores no llegó a recuperarse del todo. Pese
               al  espectáculo  organizado  de  cara  al  exterior,  la  vitalidad  económica  y  la

               estabilidad política de Egipto se hallaban en franca decadencia.





               TRAICIÓN Y COMPLOT


               En  los  aposentos  privados  situados  sobre  la  puerta  de  entrada  a  su  templo

               funerario,  una  serie  de  delicados  relieves  muestran  a  Ramsés  III  en  escenas

               íntimas  con  varias  mujeres  anónimas  en  su  residencia.  El  rey  se  relaja  en  un
               confortable sillón y juega a juegos de mesa con sus jóvenes compañeras. Estas le

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               ofrecen fruta y le susurran ternezas a su regio oído: «¡Esto es para ti, Ses!».  El
               harén  real  era  una  venerable  institución  egipcia  que  suministraba  no  solo

               concubinas  al  rey,  sino  también  instalaciones  residenciales  y  un  empleo
               remunerado a todas sus parientes femeninas. El palacio del harén tenía su propia
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