Page 437 - Auge y caída del antiguo Egipto
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control  central  sobre  todo  el  valle  del  Nilo,  ayudado  por  una  comunicación
               rápida y fiable, había sido una condición sine qua non de la propia existencia del

               Estado egipcio. Ahora que las comunidades locales en la práctica iban a la suya,

               las perspectivas de cohesión nacional parecían cada vez más sombrías.
                  Inquieto ante aquella grave ruptura del control político y económico, Ramsés

               V  decidió  restablecer  ni  que  fuera  mínimamente  el  orden.  Tal  como  habían

               sabido  ver  otros  faraones  anteriores,  disponer  de  un  adecuado  censo  de  la

               riqueza  nacional  era  un  requisito  previo  para  un  gobierno  efectivo;  así  pues,
               Ramsés encargó una inspección de todas las propiedades agrarias en una franja

               de  150  kilómetros  en  el  Egipto  Medio,  prestando  especial  atención  a  la

               producción  de  cereales  y  a  la  recaudación  de  impuestos.  El  resultado  fue  un
               papiro de unos diez metros de largo, un documento ciertamente impresionante.

               Sin embargo, la salud de su regio autor, como la de su administración, no era

               especialmente  boyante,  y  el  monarca  murió  de  viruela  antes  de  que  pudiera

               tomarse  ninguna  medida  derivada  de  la  inspección.  En  lo  que  representa  un
               nuevo  indicio  de  la  debilidad  del  gobierno,  su  momia  picada  por  la  viruela

               permaneció sin enterrar durante un año mientras se preparaba a toda prisa una

               modesta tumba para acogerla; el sepulcro teóricamente destinado a Ramsés V
               había  sido  usurpado  sumariamente  por  su  sucesor.  En  tiempos  inciertos,  cada

               hombre miraba por sí mismo.

                  Por entonces, la situación en Tebas se deterioraba con rapidez. La vertiginosa
               subida  del  precio  de  los  cereales  reflejaba  la  debilidad  de  la  economía  y  el

               fracaso del gobierno a la hora de garantizar los salarios. Los relatos de la época

               hablan de hambre, incluso de inanición, en tanto el campesinado era el sector
               más perjudicado por los malos tiempos. En las colinas tebanas se veían hienas

               que  habían  olido  la  muerte  en  los  pueblos  del  valle.  Dado  que  los  ingresos

               tributarios  disminuían  y  la  corte  se  veía  incapaz  de  pagar  los  nuevos

               monumentos  reales,  Ramsés  VI  (1145-1137)  tomó  medidas  drásticas  para
               ahorrar. En la orilla occidental redujo la mano de obra dedicada a la construcción

               de tumbas a la mitad, a sesenta hombres; en la oriental, en Ipetsut, lo que hizo
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