Page 90 - Auge y caída del antiguo Egipto
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La superioridad de la tecnología del bronce, junto con un incremento de los
               ingresos  derivados  del  comercio,  propiciaron  un  auge  de  los  proyectos  de

               construcción  públicos,  y  Jasejemuy  sería,  con  mucho,  el  constructor  más

               prolífico  de  aquellas  primeras  etapas  de  la  historia  egipcia.  Consagró  nuevos
               templos  repartidos  por  todo  el  Alto  Egipto  y  completó  su  recinto  de  culto  en

               Nejen antes de pasar a centrar su atención en Abedyu. Siguiendo los pasos de su

               inmediato predecesor, eligió el antiguo cementerio de los reyes para emplazar

               sus  propios  monumentos  funerarios.  Su  recinto  dejó  pequeño  incluso  al
               construido en Nejen, y todavía hoy domina toda la zona circundante. En cuanto a

               la tumba real, los arquitectos del rey escogieron un diseño totalmente novedoso

               que combinaba elementos de la I Dinastía con tradiciones de comienzos de la
               segunda.  Era  como  si  anunciara  que,  bajo  su  mandato,  se  aunaban  todos  los

               avances de la civilización egipcia hasta la fecha. Pero también miraba al futuro:

               su  cámara  mortuoria  estaba  flanqueada  por  bloques  de  piedra  caliza

               cuidadosamente dispuestos en una escala que nunca antes se había intentado. Era
               un anticipo de lo que estaba por venir.

                  Hasta  hace  poco,  solía  creerse  que  Jasejemuy  limitó  sus  proyectos  de

               construcción  al  Alto  Egipto.  Pero  diversas  prospecciones  y  excavaciones
               recientes  sugieren  que  también  decidió  dejar  su  huella  en  el  norte.  Bastante

               adentrados en el desierto de Saqqara, lejos de la moderna ruta turística, más allá

               incluso  de  donde  llegan  los  camelleros,  yacen  los  restos  de  un  recinto
               auténticamente inmenso. Resulta fácilmente visible en fotografías aéreas, aunque

               desde el suelo sus muros solo resultan discernibles como una pequeña cresta del

               terreno. Las dimensiones del recinto son asombrosas: mide unos cuatrocientos
               metros de ancho por casi ochocientos de largo. No resulta sorprendente que su

               nombre en árabe sea Gisr el-Mudir, «el recinto del jefe». La excavación parcial

               de los muros ha mostrado que fueron construidos con enormes bloques de piedra

               colocados  en  hiladas  inclinadas,  mientras  que  las  esquinas  son  de  sólida
               albañilería. Todavía no se han hallado inscripciones que confirmen la fecha de

               construcción  del  Gisr  el-Mudir,  pero  cada  vez  parece  más  probable  que  fuera
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