Page 85 - Auge y caída del antiguo Egipto
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construcción de fortificaciones amuralladas por toda Inglaterra tras la conquista
               normanda; en ambos casos el mensaje era el mismo: ahora todo el país estaba

               gobernado por el rey y por aquellos a quienes él designaba. Los tentáculos del

               gobierno  se  extendían  a  todas  las  provincias;  se  había  instaurado  un  nuevo
               orden.

                  Un último y revelador ejemplo de cómo el Estado del antiguo Egipto impuso

               su control puede verse en la frontera sur del país, en la isla de Abu. Allí, ya en

               los  comienzos  de  la  I  Dinastía,  el  Estado  se  apresuró  a  construir  un  enorme
               puesto  aduanero  fortificado,  destinado  a  vigilar  y  regular  el  movimiento  de

               personas y mercancías a través de la frontera con Nubia. Evidentemente, a las

               autoridades  nacionales  les  importaba  muy  poco  el  hecho  de  que  el
               emplazamiento elegido para levantar la fortaleza —una parte elevada de la isla,

               desde  la  que  se  dominaba  el  principal  canal  de  navegación—  restringiera  el

               acceso  al  santuario  local.  El  control  económico  y  político  implicaba

               consideraciones mucho más importantes que las sensibilidades locales. Ya desde
               los albores de la historia, la prepotencia del Estado en el trato dispensado a la

               población  marcaría  la  pauta  de  los  tres  mil  años  siguientes.  Para  los  antiguos

               egipcios, el precio de la unidad nacional, de una administración eficaz y de una
               economía fructífera fue un gobierno autoritario.






               NUEVAS DIRECTRICES


               La muerte de Qaa, último rey de la I Dinastía, hacia el año 2750, vino marcada
               por  las  habituales  exequias  en  el  ancestral  cementerio  regio  de  Abedyu.  El

               cortejo fúnebre del rey desfiló lentamente desde su «palacio de la eternidad», un

               enorme recinto de adobe cercano a la ciudad, hasta el remoto emplazamiento de
               su  sepultura  entre  las  tumbas  de  sus  antecesores.  El  lugar  elegido  estaba

               orientado hacia una prominente hendidura en los riscos, que los egipcios creían

               que era una entrada al inframundo. El cuerpo del rey fue colocado en su cámara
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