Page 81 - Auge y caída del antiguo Egipto
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acontecimiento  se  combinaría  con  un  censo  oficial  de  la  riqueza  agraria  del
               país). A partir del tercer reinado de la I Dinastía, la piedra de Palermo registra

               también la altura de la inundación anual del Nilo, medida en codos y fracciones

               de codo (el codo equivalía aproximadamente a medio metro). La razón por la
               que la corte habría deseado medir y archivar esta información todos los años es

               sencilla: la altura de la inundación afectaba directamente al nivel de producción

               agraria  de  la  siguiente  estación,  y,  en  consecuencia,  habría  permitido  a  la

               hacienda pública determinar el nivel impositivo adecuado.
                  Cuando  llegaba  el  momento  de  recaudar  los  impuestos,  que  adoptaban  la

               forma de una determinada proporción de la producción agraria, cabe presuponer

               la existencia de una red de funcionarios públicos que actuaban en nombre del
               Estado por todo el territorio egipcio. No cabe duda de que sus esfuerzos se veían

               respaldados por medidas coercitivas. Las inscripciones que dejaron algunos de

               tales funcionarios, principalmente en forma de improntas de sello, nos permiten

               recrear  el  funcionamiento  de  la  hacienda  pública,  que  sería,  con  mucho,  el
               organismo más importante de la historia egipcia desde sus mismos comienzos.

               Los productos agrícolas recaudados en concepto de rentas fiscales eran tratados

               de una de dos posibles formas. Una determinada proporción iba directamente a
               los talleres del Estado para la manufacturación de productos secundarios, como,

               por ejemplo, sebo y cuero del ganado vacuno, carne del ganado porcino, lino de

               la planta del mismo nombre, o pan, cerveza y cestería de los cereales. Luego,
               algunos de aquellos productos «con valor añadido» eran objeto de comercio y se

               intercambiaban  para  obtener  beneficios,  produciendo  nueva  renta  pública,

               mientras  que  otros  se  redistribuían  como  «pago»  a  los  empleados  públicos,
               financiando  así  a  la  corte  y  sus  proyectos.  La  producción  agraria  restante

               (principalmente cereales) se almacenaba en los silos del Estado, probablemente

               repartidos por todo Egipto, en los centros regionales importantes. Parte del grano

               almacenado se utilizaba en estado natural para financiar actividades de la corte,
               pero una proporción significativa se guardaba como reserva para situaciones de

               emergencia, a fin de ser utilizada en caso de una mala cosecha o para ayudar a
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