Page 190 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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Comentarios malévolos

           Tampoco son ciertos los comentarios que circularon durante la Antigüedad clá­
       sica acerca de las costumbres promiscuas e inmorales de las familias etruscas, maledi­
       cencias propaladas por los historiadores griegos Teopompo y Timeo. A tales autores
       les chocaba la presencia de la mujer etrusca en los actos públicos, su asistencia a ban­
       quetes en los que bebía recostada en triclinios al lado de los hombres, o en ceremo­
       nias religiosas y espectáculos, cosa impensable, en aquellos tiempos, en una mujer
       griega o romana que se preciase de respetable ama de casa.
           El citado Teopompo en el libro 43  de sus Historias (FGH,  114F 204), transcrito
       por Ateneo de Naúcratis en sus Dehipnosophistai, no dudó en decir que los tirrenos
        criaban a todos los niños que venían al mundo, aunque no se supiera quién había
        sido el padre de cada uno. Timeo, por su parte, indicó en el Libro I de su Historia
        (FGH, 566F 1) que las muchachas esclavas etruscas servían a los hombres totalmen­
       te desnudas.
           Por su parte, el poeta cómico Plauto (Cistellaria, II, 3, 20  y ss.) declaraba, en refe­
       rencia a una prostituta y un burdel, que las mujeres etruscas conseguían sus dotes co­
        merciando con sus encantos, extrapolando palabras de Heródoto y retomando así lo
        dicho por Teopompo, quien no dudó en sostener que las etruscas, cuando se halla­
        ban en los triclinios, no se situaban junto a sus maridos, sino al lado de quien consi­
        deraran conveniente.
           Todas  estas  «leyendas»,  como ha señalado  R. A.  Staccioli,  se  habían  elaborado
        ante la evidencia de la relativa autonomía y dignidad jurídica de que gozaron las mu­
       jeres etruscas, circunstancias que no se daban en las griegas ni en las romanas.


        E l m a t r im o n io   y la b o d a

           Dada la carencia de datos documentales, se ignora todo lo concerniente al matri­
        monio y a  sus requisitos  legales.  No  obstante,  se puede  pensar,  si  nos  fijamos  en
        Roma, que Etruria conocería dos tipos de matrimonio: uno legal, parecido tal vez a
        lo que entre los romanos era la conventio in manum, esto es, la entrada de la mujer en
        la familia del marido, y otro libre o sine manu, que duraría mientras así lo acordasen
        los dos esposos y que se disolvería ante la separación personal de ambos.
           Del primer tipo tenemos referencias arqueológicas relativas no sólo a los días an­
        teriores a los esponsales, sino también a la ceremonia. Así, gracias a los magníficos re­
        lieves del sarcófago de Sperandio —que ya citamos—, hallado en un hipogeo de Pe­
        rugia, si bien labrado en Chiusi hacia el 500 a.C., conocemos —según la interpreta­
        ción de F.-H. Massa-Pairault— el viaje de una joven esposa a la casa de su marido.
        Precedida por un grupo de servidores encadenados (seguramente esclavos) que por­
        tan el equipaje, la mujer se despide de su padre alzando su mano. Tras ellos una se­
        rie de personas la acompañan en cortejo conduciendo muías con bienes y un reba­
        ño de ovejas y bueyes, todo ello perteneciente a su dote.
           Alusiones a la dote matrimonial y a intercambios de presentes pueden verse en
        las figuraciones del espaldar del trono de Verucchio (Rímini) —hoy en el Museo Civi­
        co de Bolonia—, hecho de madera y bronce y localizado en una tumba principesca


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