Page 210 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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crática a la que hubo de pertenecer el difunto, cuyas cenizas se hallaban contenidas
en el vaso. Para D. Briquel, dicho banquete era una marca de helenización, dado que
el representado podía disfrutar de un producto de lujo (la crátera), posibilitado por
los contactos con el mundo mediterráneo.
Asimismo, en la Tomba delle Cinque Sedie, de Caere, de la segunda mitad del si
glo vil a.C., se recogió el tema del banquete, pero empleando el medio plástico. En el
mismo participan cinco personas, figuradas en terracota (tres hombres y dos mujeres).
En una lastra arquitectónica de Poggio Civitate (Murió) se representó otro ban
quete que, para A. Rathie, puede ser considerado como el ejemplo más antiguo en
Etruria de un banquete con personajes semiextendidos sobre lechos conviviales. Fi
nalmente, en otra de Acquarossa quedó plasmada una escena de sympósion, acompa
ñada de música. En ambos casos, banquete y sympósion constituían el símbolo de la
riqueza y del poderío de los señores que allí habitaban.
La «TRYPHÉ» ETRUSCA
Con el vocablo griego tryphé, que, entre otras acepciones, significa «molicie»,
«lujo», «vida regalada», «afeminamiento», «libertinaje», se quiso definir desde los
Tynhenon nomima («Costumbres de los tirrenos»), atribuidos a Aristóteles (Fr. 607
Rose), hasta los textos de los también griegos Teopompo (FGH, 115 F 204), Herácli-
de Póntico (FGH, II, 217, F 16) y Timeo (FGH, 566 F 1, F 50), el modo de compor
tamiento aristocrático de la sociedad etrusca opulenta.
En un principio, la tryphé fue inherente a la gens, dado que tal concepto traducía
un modo de vida, pleno de delicias materiales (habrosyne), que imitaba el lujo de
Oriente, de donde se acopiaban objetos específicamente suntuarios. Asimismo, era
el exponente de una realidad económica fundamental, visible en la construcción de
principescas tumbas repletas de riquísimos ajuares funerarios. Con la trypbé se quería
definir a la oligarquía etrusca, no motivada por las actividades productivas, sino tan
sólo consumidora de bienes y en cuyo seno las mujeres disfrutaban de amplias liber
tades —sociales y jurídicas— por ser las depositarías y garantes de alianzas familiares,
posesión de tierras y canalizadoras de la progenie, tendente ello a evitar la dispersión
de los patrimonios oligárquicos. Sin embargo, tal concepto iría poco a poco transfor
mándose con los cambios ideológicos y de estilo de vida alcanzados por los etruscos
hasta desaparecer diluido en una decadencia sobrevenida, en parte, a causa de la con
quista romana.
Para Estrabón (V, 4) y para Posidonio (FGH, 87 F 1, 19), el buen vivir y el lujo
fueron la causa de la desaparición de la civilización etrusca. Para el primero, «el lujo
les hizo caer pronto en la molicie y, al igual que tuvieron que retirarse de la llanura
del Po, cedieron en Campania ante los samnitas». Para el segundo autor, recogido
también en Diodoro de Sicilia (V, 40), los etruscos, en general, habían «perdido el vi
gor [andreia] por el que fueron famosos en los tiempos más antiguos y a fuerza de
banquetes y placeres afeminados perdieron la reputación que habían conseguido en
la guerra».
Si griegos y romanos crearon la leyenda de la molicie de los etruscos, la realidad
no hubo de ser tan extrema, puesto que Etruria, al decir de Virgilio, llegó a ser uno
de los pueblos más fuertes y generosos de Italia. Ello lo afirma al hacer en sus Geór
gicas (II, 532-533) el elogio de la vida virtuosa de los agricultores etruscos, vida que
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