Page 206 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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atendido por dos servidores, y las mesas con viandas y bebidas junto a los comensa­
        les; en otras se ve a los servidores preparando afanosamente diferentes manjares, no
        faltando la representación de un buey descuartizado, colgando de un gancho, y con
        la cabeza cortada, depositada en el suelo, así como una liebre, un corzo y cuatro vo­
        látiles (dos codornices y dos patos). Muchas de las figuras humanas se hallan desig­
        nadas con sus nombres pintados de color negro.
           Otro interesante documento, interpretado por F.-H. Massa-Pairault, acerca de la
        temática culinaria, lo constituye una pequeña cista de bronce, del siglo iv a.C., halla­
        da en Preneste y hoy conservada en Bruselas. En la misma se figura a varios sirvien­
        tes cortando carne, preparando pescados y viandas o cocinando. Uno de ellos, en ac­
        titud de correr, lleva dos pinchos en los que se han insertado pedazos de carne ya asa­
        dos.  Por  encima  de  las  imágenes  se  hallan  pequeños  textos  latinos  alusivos  a  las
        escenas representadas.
           Aunque la carne no fue, en absoluto, un alimento cotidiano, sobre todo para las
        clases humildes, sí se puede decir que se comía en días señalados (festividades y cere­
        monias sacrificiales) y en las celebraciones de banquetes funerarios, carnes especial­
        mente de buey, oveja y cerdo. Uno de los problemas de su consumo lo constituía el
        de su conservación, aunque la salazón y el ahumado en parte resolverían este serio
        inconveniente, en opinión de G. Barbieri.
           La carne, despiezada previamente, se consumiría hervida o asada, según deja ver
        la hydria Ricci, decorada con la escena del sacrificio de un animal, y las pinturas de la
        Tomba Golinil. La variedad de recipientes metálicos que nos han llegado permite dedu­
        cir que la came, además de asada, se cocinaría en muchísimas ocasiones con legumbres,
        cereales, raíces y plantas odoríferas, proporcionando así un variado repertorio de esto­
        fados.
           También fue muy apreciada la carne procedente de la caza, dada la abundancia
        de liebres, ciervos, jabalíes, cabras salvajes y pájaros en tierras etruscas. Aunque se han
        hallado restos de tortugas —un animal muy común en países mediterráneos—, igno­
        ramos si serviría o no de alimento. Los huevos de gallina estuvieron también presen­
        tes en la dieta etrusca.
           Igualmente se sabe que consumieron pescado tanto de mar como de agua dulce,
        que les era suministrado por la pesca, actividad de la que se tratará en páginas poste­
        riores. Es muy probable que, por influencia griega, consumieran gamm, una especie
        de  salmuera obtenida por la fermentación  de  algunas  especies  de  peces,  producto
        que alcanzaría luego un gran consumo entre los romanos.
           Referencias indirectas nos hablan de la variada y selecta condimentación que em­
        plearon para preparar sus alimentos.  Sal, ajos, pimienta, aceite, piñones, uvas secas,
        hierbas aromáticas (hinojo, menta, silfio, mostaza) hicieron más agradables al paladar
        las carnes, los huevos y las verduras que comían y saboreaban con placer.
           Por otro lado, los postres consistían en edulcorados pasteles y en las frutas más
        diversas, consumidas tanto frescas —solas o aliñadas con vino o miel— como secas
        (avellanas, nueces, bellotas dulces). G. Batini alude a la posibilidad de que el postre
        denominado torta spunga —la spongia romana— (un relleno de miel, piñones, uvas
        pasas y especias a medio cocer) fuese conocido por los etruscos. Igualmente, los que­
        sos  fueron  muy  apreciados,  entre  ellos,  el pecorino,  elaborado  con  leche  de  oveja.
        Gran fama tuvo, en época imperial romana, el caseus lunensis, fabricado en Luni (Pli­
        nio el Viejo, Nal. Hist., XI,  97, 241),  cuya región —la Lunigiana— fue incorporada a
        Etruria con la reforma de Augusto del 27 a.C. Marcial, por su parte (Epigram., XIII, 30),


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