Page 201 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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rematados  éstos  en  punta  o  simplemente  redondeados,  llamados  tutulus,  muy  de
         moda hasta el siglo v a.C.
            Las etruscas realzaron sus rostros con coloretes especiales, reservando el rojo para
         los labios y el sombreado para los ojos. El hallazgo de numerosísimos aryballoi y ala­
         bastra testimonia también el alto consumo que hicieron de las esencias odoríferas y
        perfumes, que se elaboraban tanto en el extranjero como en centros etruscos.  Si en
        un principio su empleo tuvo carácter mágico-religioso, luego acabaron por ser desti­
        nados al disfrute personal (A. Rallo).
            La  «mascarilla  cosmética»,  sugerida  por  el  poeta  Ovidio  (Medie, faciei,  53-65)
        como muy probablemente empleada por las mujeres etruscas, hubo de tener un fuer­
        te efecto astringente. La receta de tal autor alude como componentes a cebada, gui­
        santes y huevos. Secados estos ingredientes, los mismos se reducían a harina que lue­
        go  se mezclaba con polvos de  cuernos  de  ciervo y bulbos  de narciso sin cáscara.
        A ello se le añadían resina, almidón etrusco (gummi cum semina etrusco) y miel. Con­
        cluía el autor: «Cualquier mujer que se unte el rostro con tal cosmético, brillará con
        más lisura que su propio espejo.»
            Diferentes espejos nos han transmitido, precisamente, escenas de toilette femeni­
        nas, caso, por citar un solo ejemplo, de uno, famoso y magnífico,  de bronce, del
        British Museum, en donde una dama, de nombre Malavisch, sentada en un pequeño
        trono, se halla rodeada de ornatrices —una de ellas Hinthial— que le ajustan una dia­
        dema en la cabeza, en presencia de la diosa  Turan, escena que se debe conectar con
        los ritos nupciales. El etruscólogo G. Colonna ve en la citada Hinthial el eidolon de la
        leyenda de la griega Helena.
            Singular importancia han tenido los hallazgos realizados  en la  Tomba di Décima,
        del período orientalizante, consistentes en elementos de plata, ámbar y pasta vitrea,
        con los cuales se confeccionaría un rico vestido destinado a la propietaria de la tum­
        ba, vestido cuya reconstrucción aproximada efectuó L.  Quilici en  1976, y que mues­
        tra la fantasía decorativa y el exotismo de determinadas prendas femeninas. Lo mismo
        cabe decir de la reconstrucción que tiempo atrás —en 1915— había hecho G. Pisa de
        los vestidos de la señora enterrada en la Tomba Regolini-Galassi.


        En los hombres etruscos

           El vestido  de los hombres fue mucho más sencillo, reduciéndose a una prenda
        interior —el perizoma—, a modo de shorts,  de origen cretense, sobre la que se colo­
        caba en época arcaica una corta túnica que llegaba hasta las rodillas, sujeta a la cintu­
        ra por un ceñidor. Una prenda muy común consistía en un manto colorado, de for­
        ma semicircular, que envolvía el cuerpo y que era echado por encima del hombro iz­
        quierdo, dejando el derecho al descubierto, conocido por griegos y romanos con los
        nombres de tébennos y tébennum, claro antecedente de lo que sería la toga romana, y
        que llegó  a ser la prenda nacional.  L.  Bonfante piensa en la posibilidad de  que tal
        prenda viniera del norte europeo, de donde arribaba el ámbar.
           Ejemplos claros de tébenna se pueden ver en la  Tomba degli Auguri de Tarquinia,
        por citar un único caso. Con el paso del tiempo dicha prenda se alargaría, hasta cu­
        brir las rodillas, según testimonian las pinturas de la Tomba delle Bighe, también de Tar­
        quinia.  Tébenna más alargadas, alcanzando ya los pies, pueden detectarse en la  Tom­
        ba Frangois y en otras de Tarquinia y Volterra.


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