Page 200 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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Gracias al tintinnabulum aludido, al trono de Verucchio y a determinados espejos de
bronce, husos, ruecas (algunas de pasta vitrea, no operativas pero de evidente fun
ción simbólica), canillas y pesas de telar —hallados en las tumbas como atributos fe
meninos—, sabemos que el trabajo textil y la manufactura de los vestidos era com
petencia exclusiva de las mujeres (S. Tivoli, L. Bonfante).
En las mujeres etruscas
Las mujeres —las de clase social elevada— contaron, sin duda, con criadas que
las ayudaron a lavarlas, vestirlas, peinarlas y a sugerirles incluso los perfumes, reali
zando las funciones que en el mundo romano hicieron las ancillae, ornatrices y un
guentariae. De aquella manera, las dominae etruscas quedaban presentables —como
imagina G. di Capua— para asistir a las ceremonias públicas, banquetes, celebracio
nes religiosas y funerarias, participaciones en juegos, así como en otros actos sociales.
De lo que no hay duda es de que vistieron elegantemente. La prenda usual —de
origen jonio— era una larga túnica de tela ligera (chitón), enganchada al hombro,
de mangas cortas, con o sin pliegues y adornos en los bordes, que se ceñía en las ca
deras mediante un cinturón; por encima la cubrían con un manto (himátion) blan
co con los bordes rojos o negros, que llegaba hasta las rodillas. Un buen ejemplo
de ello lo constituye la figuración de un ánfora de Vulci, obra del Pittore di Paride
(hoy en Múnich), sin duda, uno de los más famosos vasos etruscos de la época ar
caica, en donde las diosas que siguen al anciano Hermes van vestidas con mantos
y largos vestidos.
En algunos casos (Tomba Francesca Giustiniani de Tarquinia), las mujeres adopta
ban atavíos que recordaban antiguas modas cretenses, con faldas acampanadas y lu
josamente bordadas y blusas con mangas a modo éstas de los actuales quimonos.
En general, las telas de los vestidos eran de lana, lino o de seda (preferentemen
te, de Mileto), todas blancas o teñidas de vivísimos colores, que se enriquecían con
bordados de formas reticulares o florales y con flecos en no pocas ocasiones. Fueron
tan estimadas como podría serlo el oro, el marfil u otros objetos de gran valor. En el
caso de los vestidos ceremoniales, muchos estaban recubiertos con pequeñas lamini
llas de oro de variados perfiles, contribuyendo así a su suntuosidad.
Complemento adecuado del vestido era el peinado, que fue variando a lo largo de
los siglos de la historia etrusca. En los tiempos antiguos, esto es, hasta el siglo vi a.C., las
mujeres acostumbraron a llevar el pelo largo o recogido en una trenza, aunque siem
pre anudado en la nuca; después, en el siglo v a.C., sin olvidar la moda de las tren
zas, protegidas con espirales de oro en algunos casos (Tomba di Castel di Décima), lo
dejaron caer suelto hacia atrás o lo recogieron en forma de corona sobre la cabeza o
bien lo rizaron, dejando sueltos algunos rizos por los lados del rostro. Para tal come
tido contaron con adecuados instrumentos, entre ellos, peines, por lo común traba
jados en marfil. Muy interesante, por citar un único ejemplo, es el peine (11 x 9’50
cm) hallado en la Tomba degli Avori de Marsiliana d’Albegna, ornamentado con pró-
tomos de grifo, animales, flores de loto y esfinges.
Fue moda durante algún tiempo el enrubiar o decolorar el cabello, según atesti
guan las pinturas de algunas tumbas de Tarquinia (Tomba dei Giocolieri, Tomba dei Leo
pardi). Aunque las mujeres solían ir con la cabeza sin cubrir, el tocado femenino con
sistía en velos (usados por lo común por las mujeres casadas), redes, cofias o bonetes,
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