Page 214 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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do con los Librifatales,  doce períodos cada uno de siete años, esto es, un máximo
        de 84 años.
            Aquella doctrina de los saecula era, al parecer, de origen oriental, en concreto, me-
        sopotámica (A. Piganiol). Los habitantes de tal zona geográfica creyeron que los as­
        tros gobernaban la tierra por turnos de 350 años. Todo lo ocurrido en ellos tenía su
        adecuada correlación con la suerte de los hombres y de los Estados.
            En  el  léxico  bizantino,  conocido  como  Suda,  se  recoge  en  la voz  Tyrrhenia
        (IV,  609 Adler)  el resumen de una cosmogonía etrusca,  sin duda contaminada por
        presupuestos judeocristianos, debido a la época en que se compuso tal léxico, pero
        teñida de indudable sustrato etrusco. Según la misma, el hecho cosmogónico fue de­
        bido a la acción de un dios demiurgo, quien concedió a su creación una duración de
        doce milenios. En el primer milenio hizo el cielo y la tierra; en el segundo, el firma­
        mento (cielo); en el tercero, el mar y las aguas de la tierra; en el cuarto, el sol, la luna
        y las estrellas; en el quinto todo ser viviente sobre la tierra y en las aguas, y, en el sex­
        to milenio, al hombre. De acuerdo con el mito los restantes milenios —otros seis—
        pertenecerían al hombre. De ellos, a los etruscos —según señaló Censorino (De Die
        Natali, XVII, 6)—  los dioses les asignaron —como se dijo antes— una existencia tan
        sólo de diez saecula, al cabo de los cuales se produciría el finis nominis Etrusci, esto es,
        el fin de su historia.
           Aunque el siglo etrusco se había evaluado —según se ha indicado más arriba—
        en unos 84 años como mínimo, según otros cálculos (Varrón en Censorino, De Die
        Natali, XVII, 6) podía alcanzar también los 100,119 o 123, no faltando otros que lo
        cifraban tan sólo en 44 años. De hecho, eran los fenómenos extraordinarios (ostenta
        saecularia) los que permitían a posteriori fijar la duración del siglo etrusco.
           Naturalmente, cualquier prodigio podía anunciar el fin de uno de aquellos siglos,
        como ocurrió, por ejemplo, con el sonido agudo y doloroso de una trompeta, oído
        en un día del año 88 a.C., año de la guerra civil que enfrentó a Mario y Sila (Plutar­
        co,  Sila,  7) y que anunció el fin del siglo viii etrusco.  O con la aparición de un co­
        meta (Iulium sidus) a finales de julio del año 44 a.C. (Servio, AdBucol, IX, 46), fecha
        coincidente con la celebración de unos juegos en honor de C. Julio César, asesinado
        hacía pocas fechas, y que, según el arúspice etrusco Vulcanio (Vulcanius), era la señal
        del fin del siglo ix etrusco y el comienzo del x, el último de la historia etrusca.  Sin
        embargo, para el umbro-etrusco Propercio (II,  1) aquel fin coincidió con la caída de
        Perugia en manos de Octaviano (Octavio Augusto) en el 40 a.C.






















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