Page 263 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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La pesca, que sepamos, tuvo escasa repercusión en las artes figurativas etruscas. Ade
más de algunas escenas presentes en la Tomba della Caccia e della Pesca, tal temática sólo se
difundió en varias series de platos de cerámica, de los siglos iv y iii a.C., ornamentados
con distintas variedades de pescados. Una jarrita de impasto, fragmentada, de fecha muy
anterior, de la primera mitad del siglo vil a.C., elaborada en Veyes, tiene incisa una em
barcación con vela y remos, pero sin pescadores ni remeros, si bien un arpón ha ensarta
do un grueso pez. Un plato, fabricado en Caere, de mitad del siglo vil a.C., y que se ha
lló en la necrópolis de la Laurentina, cerca de Roma, fue ornamentado, también, con la
captura con arpón de un gran pez por parte de un pescador, único personaje figurado.
Muchísimas cuestiones acerca de la pesca (control, precios, tasas, organización,
fiestas) nos son totalmente desconocidas.
La m in e r ía
Etruria constituyó uno de los lugares más ricos de todo el Mediterráneo en recur
sos mineros, especialmente en hierro, cobre, plomo, galena argentífera y en menor
medida estaño, arsénico y antimonio, según evidencian los estudios arqueometalúr-
gicos emprendidos en los últimos años.
Diferentes ripostigli con objetos de bronce, localizados en la isla de Elba y en pun
tos de Populonia y Vetulonia, así como otros diversos materiales (hachas, fíbulas, na
vajas), testimonian la gran importancia de la minería y de la industria metalúrgica ya
en la etapa villanoviana e incluso antes (siglo x a.C.).
Aunque se ignoran los detalles técnicos de la explotación y de la fundición de los
metales por parte de los artesanos y metalistas etruscos, numerosos restos de pozos
—algunos de hasta 80 m de profundidad, otros abandonados muy pronto (Serrabot-
tini)—, galerías, hornos de fundición (los de Follonica, en Populonia, el de Val Tem-
perino, los siete de Val Fulcinaia, los restos del de Poggio Civitella, cerca de Montal-
cino, por ejemplo), variados picos, tenazas, moldes, recipientes de trituración, gran
cantidad de escorias, sobre todo las de Populonia —reaprovechadas incluso en tiem
pos modernos—, y el hallazgo de una lámpara de minero, con agujeros para ser fija
da, propiedad que fue de un tal Akiu, han permitido deducir que la producción de
metales conoció un notabilísimo rendimiento.
Se sabe que los hornos precisaron de una temperatura superior a los 1.100
grados, y que, por los restos hallados, eran de planta circular de 1 m de altura x unos
50 cm de diámetro y que fueron construidos con piedras de gres local, unidas con ar
cillas refractarias, disponiendo de agujeros de aireación (hornos tipo agraticola). El
mineral se introducía directamente mezclado con el carbón de leña y, una vez efec
tuada la fusión era preciso desmontar las paredes para recuperar los panes de metal,
despreciando las escorias, ricas, sin embargo, en metal inerte (de un 40 a un 60
por 100). A lo sumo, tales hornos podían servir para dos o tres veces. En no pocas
ocasiones era preciso un refinado, sobre todo para el hierro, en otros hornos de ta
maño mayor y de estructura cilindrica (unos 2 m de altura x 1 m de base).
Aquella producción atendería las necesidades internas, además de posibilitar la
salida de un alto porcentaje de excedentes metálicos que exportaron tanto en bruto
como en lingotes (un barco hundido junto a la isla del Giglio transportaba plomo y
cobre) y, por supuesto, también manufacturados. Obviamente, la cadena industrial
comportó la existencia de una variada gama de artesanos y metalistas especializados.
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