Page 260 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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La s a c t iv id a d e s  g a n a d e r a s
           Buen complemento de la agricultura fue la ganadería, que pudo criarse, según la
        documentación llegada, en las grandes fincas y en las cañadas de los bosques (Lico-
        frón, Alex.,  1241). Bueyes —alabados por Columela (VI,  1)—, becerros, ovejas, came­
        ros, cerdos —éstos criados en grandes piaras, al decir del historiador Polibio (XII, 4)— y
        asnos, al cuidado de pastores, porqueros y muleros de condición esclava, fueron las
        especies más protegidas y de las que aprovecharon sus pieles, lana, huesos, carne, gra­
        sa, leche (con la de oveja hicieron afamados quesos) o su potencia animal, según la
        raza. El número de ovejas hubo de ser muy elevado, si nos atenemos a lo señalado
        por Juvenal (VI, 289) al indicar que en tiempos de la invasión de Aníbal las mujeres
        romanas encallecían sus manos hilando la lana etrusca. A dichas especies se añadie­
        ron muy pronto los animales de granja (gallinas, pollos, ocas, patos) e incluso abejas,
        beneficiándose, obviamente, de su miel.
            Especial cuidado dispensaron a la cría de caballos, en general de buena estampa,
        que se deduce de las numerosas figuraciones que han llegado de tales animales (Tom­
        ba Giustiniani,  Tomba delle Bighe,  Tomba del Barone, todas en Tarquinia) y que emplea­
        ron en las competiciones ecuestres (carreras de bigas, de trigas y de caballos), en ca­
        cerías de animales y en la guerra.



        La  c a za
           También los nobles etruscos practicaron la caza, según se sabe por determinadas
        pinturas (Tomba della Caccia e della Pesca,  Tomba degli Animali Dipinti,  Tomba del Caccia-
        tore,  Tomba Golini I,  Tomba della Scrofa Ñera), por algunos relieves (sítula de La Cartu­
        ja; cipo de Chiusi del British Museum; plaquita de marfil del Museo de Florencia,
        carrito ritual de Bisenzio, carro de Castel San Mariano, cerca de Perugia), por unos
        cuantos textos  clásicos  alusivos  a la abundancia de  animales  (Estrabón, V, 2;  Pli­
        nio  el Joven, Epist., V, 6; Rutilio Namaciano, De Red. suo,  615-616 s.) y, sobre todo,
        por la no escasa deposición de canes en las tumbas.
           La caza fue muy abundante y variada en los bosques —el bosque Cimino sería
        ideal—, montes bajos, lagos y marismas de Etruria. Para tal actividad, estudiada en 1984
        por  G.  Camporeale,  se  ayudaron  de  esclavos,  de  jaurías  de  perros  perfectamente
        adiestrados y de diverso instrumental venatorio (bastones, venablos, jabalinas, trampas,
        hondas, redes),  según dijimos.  Es  más,  según Piinio  el Viejo  (Nat. Hist.,  VII,  56),  un
        etrusco de nombre Piseo fue considerado el inventor, entre otras cosas, de los vena­
        blos empleados en la caza. Y algunos héroes de origen etrusco, mencionados en la
        Eneida, fueron calificados de cazadores.
           El retórico prenestino Claudio Eliano, al que antes aludimos, no dudó en reco­
        ger en su Historia de los animales (XII, 46) la curiosa información de que los etruscos
        capturaban jabalíes y ciervos con la ayuda de música. He aquí lo que dijo tal autor
        acerca del asunto:

                   Hay un relato que circula entre los etruscos que dice que ellos capturan los ja­
                balíes y los ciervos no sólo con redes y con perros, como se hace en general,  sino
                también con la participación de la música. Esto se hace del siguiente modo: dispo-


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