Page 44 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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y tres de origen etrusco (Lucio Tarquinio Prisco, Servio Tulio y Lucio Tarquinio el So­
         berbio).


         Lucio Tarquinio Prisco

            Según los historiadores (sobre todo Tito Livio y Dionisio de Halicarnaso), se sabe
         que, en la época de Anco Marcio, un tal Lucumón, personaje originario de Tarquinia
         e hijo de un noble griego de Corinto, llamado Demarato —antes citado—, y de una
        mujer etrusca, se había establecido en Roma con su gens, animado por su esposa Tana­
         quil, al no ser bien visto en Tarquinia por ser hijo de un griego exiliado. Aunque se ig­
        nora cómo pudo ser aceptado en el patriciado de la ciudad del Tiber, asignándole cu­
        ria y tribu, el hecho es que Lucumón adoptó el nombre latino de Lucio Tarquinio (Tar-
         cbunies, en etrusco) e incluso llegó a colaborar estrechamente con el rey Anco Marcio
         (640-617 a.C.), el cual no dudó en nombrarle tutor de sus hijos. A la muerte de este rey,
         el pueblo eligió a Tarquinio como sucesor —después llamado Priscus («Antiguo») para
        distinguirle de otro Tarquinio—, a quien su esposa, la dominante Tanaquil (por otro
        lado, creación de la leyenda romana), le había vaticinado que llegaría a ocupar el tro­
        no. Tal vaticinio descansaba en el conocimiento del arte de la avispicina, en el que era
         entendida tal mujer. He aquí el famoso episodio del águila, referido por Tito Livio
         (I, 34), en el que se basó Tanaquil para vaticinarle a su esposo su futuro éxito:

                   Casualmente, al llegar al Janiculo, un águila desciende planeando suavemente
                con las alas extendidas y le quita el gorro a Lucumón,  que iba sentado en el carro
                junto  a  su esposa, y,  revoloteando  por encima  del  carro  con  agudos  chillidos,  lo
                vuelve a colocar como es debido en su cabeza, como si cumpliese una misión divi­
                na. Después se perdió en las alturas. Dicen que Tanaquil recibió el presagio con ale­
                gría, por ser mujer entendida en prodigios celestes, como lo son en general los etrus­
                cos. Abrazando a su marido, lo anima a concebir grandes y profundas empresas, ba­
                sándose en el tipo de ave que ha venido, en la región del cielo y en el dios del que
                es mensajera, en que ha hecho el presagio sobre la parte más elevada del cuerpo, en
                que ha tomado en vilo el adorno de la cabeza de un hombre, para volvérselo a co­
                locar por mandato divino.
            El nuevo rey (616-579 a.C.), al que la tradición consideraría, sin embargo, un ti­
        rano, nombró cien nuevos senadores para así disminuir la influencia de la aristocra­
        cia de las gentes,  reorganizó el ejército y algunos sacerdocios, instituyó los primeros
        Juegos romanos, introdujo las insignias del poder, tomadas del mundo etrusco, e ini­
        ció numerosos trabajos en Roma, echando los fundamentos del Circo Máximo, del
        templo de Júpiter en el Capitolio y de la Cloaca Máxima, aparte de proceder al dre­
        naje de amplias zonas insalubres. Implantó así con ello la magnificencia de las obras
        urbanas propias de la civilización etrusca.
            Tarquinio pudo guerrear con total éxito contra los latinos,  a quienes  conquistó
        Apiolae y otros  numerosos  enclaves,  entre  ellos,  Fidenes;  contra los  sabinos,  a los
        que derrotó  en diferentes  combates, firmando  con ellos una tregua de seis  años; y
        contra los etruscos, sus paisanos, venciéndolos en varias ocasiones, la última en Ere­
        tum. Sin embargo, sería asesinado por unos pastores que actuaban por orden de los
        hijos del ya extinto rey latino-sabino Anco Marcio, representantes de la aristocracia
        patricia y resentidos por no haber heredado el trono.


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