Page 88 - Lara Peinado, Federico - Los etruscos. Pórtico de la historia de Roma
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Durante los  siglos v y iv a.C.  la ciudad emitió sus propias monedas  de plata
         con gorgoneion como motivo decorativo, demostración clara de su poderío econó­
         mico.  En los  dos  siguientes incluso fue  capaz  de  acuñar monedas  de  oro  con el
         motivo  ornamental  de  la  Quimera,  de  circulación  prácticamente  local.  Mucho
         más numerosas fueron las emisiones de moneda broncínea con testas de divinida­
         des en el anverso y sus símbolos respectivos en el reverso, presentes durante todo
         el siglo n a.C.
            Se ignora cómo entró en la órbita romana, si pacíficamente o como consecuen­
         cia de conflictos. En cualquier caso, en el año 80 a.C., Sila la destruyó a causa de las
         tendencias políticas de la misma en favor de su rival Mario. El lugar quedaría luego
         abandonado: en el siglo v de nuestra era, sus olvidadas ruinas serían cantadas por el
         poeta galo Rutilio Namanziano (De reditu suo, I, 220-405).


         Perugia

            Perugia (en latín Perusia, en etrusco Per(u)sna o Persnack) fue una de las doce gran­
         des ciudades etruscas, al decir de Tito Livio (EX, 37; X, 37) y de Apiano (Bell, Civ., V, 49),
         ubicada en una posición dominante, en la orilla derecha del Tiber y no muy lejos del
         lago Trasimeno, constituyendo por ello un centro de importantes vías de comunica­
         ción dentro de Umbría.
            Dicha ciudad, que no ha dejado el menor vestigio de cultura villanoviana ni del
         período  orientalizante,  sí ha facilitado  notables  restos  arqueológicos  etruscos,  con
         piezas de gran significado histórico, halladas en sus cercanías, entre ellas, magníficas
         urnas cinerarias, numerosas  estatuillas de bronce y restos  de carros de cuatro y dos
         ruedas  de  Castel  San  Mariano,  así  como  los  «trípodes  Loeb»  descubiertos  en una
         tumba de San Valentino, cerca de Marsciano.
            Fundada por los umbros de Sarsina, al decir de Apiano, o por Auleste, el padre o
         hermano de Ocno (Aucnus),  a su vez fundador de otras ciudades, según Servio (Ad
         Aen., X,  198-201), se incorporó hacia el siglo v a.C. al sistema etrusco, momento en
         que fue fortificada con una poderosa muralla de la que se conservan la Puerta Mar-
         zia, obra del siglo II a.C., que sería incrustada de modo anacrónico durante el Rena­
         cimiento por Antonio da Sangallo en una muralla del siglo xv, y el llamado Arco de
         Augusto que permanece in situ.
            En sus proximidades se hallan importantes hipogeos, que pertenecieron a ilustres
         familias etruscas (Rufia, Noforsina, Tetinia,  Volumni), tumbas, en general, en buen esta­
         do de conservación.  Sin embargo, no puede decirse lo mismo de su necrópolis del
         Palazzone con 38 tumbas y de otras áreas funerarias.
            La ciudad, mezclada en la guerra de expansión romana en territorio etrusco, pa­
         rece que tomó partido por Roma en el 310 a.C. en la batalla de la Selva Cimina. Al
         año siguiente pasó a poder romano, cuya ideología adoptaría, siendo su claro expo­
         nente el perugino Aule Meteli, vestido de romano en su célebre escultura (l’Aningatore).
         Siglos después, concretamente en el año 41  a.C., fue sitiada por Octavio Augusto, a
         causa de haberse refugiado en ella Lucio Antonio, hermano de Marco Antonio, su
         gran rival. Los propios peruginos en el 40 a.C. incendiarían la ciudad, que, sin em­
         bargo, luego sería reconstruida y llamada Augusta Pausia.
            En las cercanas localidades de Ferro di Cavallo el hipogeo de San Manno, de la
         familia de los Precu, y en la de Monteluce, el de la familia Cute, son de gran interés.

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