Page 143 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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democráticos en las ciudades itálicas sometidas a la oligarquía roma­
      na31. De manera que el añejo banderín de la eleutheria exhibido por to­
      das las partes en los conflictos de la vecina Hélade, es ahora desplega­
      do por los «liberales» simpatizantes de Aníbal, convertido en una suer­
      te de involuntario mártir de la Democracia. Es cierto que la forma con
      la que  se plantean las  cuestiones mediatiza la reacción del receptor.
      Quienes postulan una actitud anibálica favorable a laplebs se basan en
      un criterio, probablemente cierto32, generado por las propias fuentes
      grecolatinas pertinentes al imperialismo romano, según las cuales las
      conquistas se fomentaron gracias al sistemático apoyo a las oligarquías
      de las comunidades enemigas33.  Como consecuencia de esa política,
      los pueblos sometidos rompieron su relación de dependencia con res­
      pecto a Roma desde el momento en el que en el horizonte se atisbo a
      un Aníbal libertador que, para mantenerse a la altura de las circunstan­
      cias,  tendría que  apoyar a las facciones  «populares»  de las  ciudades
      que desertaban a su favor. Pero entre lo políticamente razonable y la


         31  E. Meyer estaba convencido de que Aníbal había iniciado la guerra con el afán
      de mantener la independencia de los pueblos y de los  estados, según señala explícita­
      mente en su Hannibal und Scipio (Meister der Politik I), Stuttgart-Berlín, 1922, 80. Otros
      se han atrevido a ir aún más lejos:  G.  Ch. Picard, Hannibal', París,  1967; J. P. Brisson,
      Carthage ouRome?, París, 1973. En este sentido, es, además, interesante señalar cómo se
      ha aceptado con facilidad en buena parte de la historiografía española el criterio de que
      los cartagineses propugnaron regímenes monárquicos en la Iberia prerromana, mientras
      que los griegos habrían promovido formas aristicráticas de gobierno, cfr. J. Alvar, «En
      torno al análisis de las instituciones ibéricas», II Convegno Storico-Archeohgico Italo-Spa-
      gnolo. Komedon zontes Stmtture de villaggio nell’Italia e nella Spagna preromane,  S.  Gmstino
      Umbro, 30 sett.-4 ott. 1991, en prensa.
         Las tendencias «democratizadoras» de los Bárquidas en la propia Cartago han sido
      resumidas por C. G. Wagner, Fenicios y  Cartagineses en la Península Ibérica: ensayo de inter­
      pretaciónfundamentado en un análisis de losfactores internos, Madrid, 1983, 394 y ss.
         32  Contrario a él, o al menos a su universalidad,-parece J. Gómez-Pantoja, «Morbus
      italicus: Aníbal, Roma y los griegos del sur de Italia», Actas I  Congr. Peninsular de Historia
      Antigua II, G. Pereira (ed.), Santiago, 1988, 79-92.
         33  A. J. Toynbee, Hannibal’s Legacy, Londres,  1965, II, 18-19; J. Heurgon, Romay el
      Mediterráneo occidental hasta las Güeñas Púnicas, Barcelona,  1971, 228; R. M. Errington,
      The Dawn ofEmpire. Rome’s Rise to World Power, Itaca, 1972,200. Para una visión de con­
      junto: W. V. Harris, War and Imperialism in Republican Rome, 327-70B.C., Oxford, 1979
      (trad,  español, Madrid,  1989);  G.  Clemente, «La guerra annibalica», 79-90; E. Gabba,
      «L’imperialismo romano», 189-234, y G. Clemente, «La politica romana nell’etá dell’im-
      perialismo», 235-266, en Storia di Roma. 2. L ’imperialismo mediterraneo! LaRepubblica im­
      periale, Turin, 1990, con abundantes referencias bibliográficas. Pero una visión explícita
      del problema en P. A. Brunt, «The Romanization of the local Ruling Classes in Roman
      Empire», Assimilation etRésistence k la culture gréco-romaine dans le monde anclen. Travaux
      du Vie Congreslnt. d’Études Classiques. Madrid, sept. 1974, Bucarest-Paris,  1976.
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