Page 174 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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der perturbando  la República,  colonos  de  Sila,  deudores  de menor
       cuantía y criminales. No es mayor el contenido político de la lista de
       partidarios que ofrece Salustio y que abarca una amplia tipología de
       hampones y delincuentes. Pero, por encima de esta enumeración pan-
       fletaria, se desprende que el movimiento catilinario, por su contenido,
       programa y tradición popular afectaba a los estratos de la plebe. Los se­
       guidores más consistentes de Catilina estaban constituidos por la ple­
       be rural itálica, la más perjudicada con las proscripciones silanas. Mu­
       chos de estos campesinos desposeídos se veían reducidos a una exis­
       tencia precaria como braceros agrícolas, pero tampoco eran mejores
       las condiciones de una buena parte de los colonos silanos, obligados
       a endeudarse como consecuencia de la imposibilidad que ofrecían sus
       parcelas para proporcionarles  los suficientes medios  de subsistencia.
       Cicerón, en su denigratoria enumeración de los seguidores de Catili­
       na,  sólo  define con precisión a los colonos silanos, responsables  de
       atraer a la conjura a nonnullos agrestes homines tenues atque egentes. Y es
       precisamente Etruria, la región más afectada por las proscripciones, la
       que proporciona el único ejército que se alinea al lado de los conjura­
       dos, aunque no faltan simpatizantes de Catilina en otras regiones de
       Italia, como Apulia, el Piceno, Umbría y la Galia Cisalpina.
          Más difícil es la valoración del seguimiento de la conspiración por
       parte de la plebe urbana.  Si bien Salustio afirma genéricamente  que
       toda la plebe era favorable a la iniciativa de Catilina, por simple deseo
       de revuelta política, cuando analiza en' concreto esta participación in­
       cluye sustancialmente entre la plebe urbana sólo a los braceros agríco­
       las huidos del campo para encontrar un modus vivendi como Lumpen-
      proktariat en la ciudad. Perelli supone que hay elementos para pensar
       en un escaso apoyo de la plebe urbana a Catilina. Faltan en las fuen­
       tes noticias de tumultos eventualmente suscitados por la plebe urba­
       na, lo que podría interpretarse no sólo como consecuencia del aban­
       dono de Catilina por parte de César y Craso y, con ello, de la sustrac­
       ción al movimiento de la notable influencia de estos líderes sobre la
       base tradicional del partido popular, sino también porque, a la mayo­
       ría de la plebe, la iniciativa de Catilina debió parecerle más una sim­
       ple conjura de una facción nobiliaria que auténtica lucha democráti­
       ca. Y la inicial simpatía o interés que podían despertar en una parte de
       la plebe urbana —tabernarii, artesanos y obreros— la propuesta de re­
       misión de las deudas quedaría diluida en la previsible hipoteca de un
       perturbamiento de la tranquilidad social si, con la insurrección arma­
       da, se producían incendios y saqueos, que interrumpieran o afectaran
       negativamente a sus actividades y negocios.

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