Page 172 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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cuerpos de ejército que había logrado formar, los cuales sucumbieron
       en Pistoya, en los primeros días de enero, ante las tropas gubernamen­
       tales, en un encuentro en el que el propio Catilina perdió la vida.



       Elpensamiento político de Catilina

          Tras este rápido repaso de los acontecimientos podemos intentar
       el examen de los puntos cruciales, comenzando por el propio proyec­
       to político de Catilina. Del análisis de la documentación y frente a las
       acusaciones de Cicerón y Salustio, no puede sostenerse que Catilina
       tuviese en su mente una auténtica revolución social. Su trayectoria po­
       lítica nunca tuvo otra meta, al menos hasta el verano del 63, que la ob­
       tención, por medios legales, del consulado, y sólo tras el cuarto fraca­
       so abandonó la «vía constitucional». Ni siquiera en esta meta existe
       una coherencia política. Al menos, en las dos primeras candidaturas,
       Catilina se presenta como optimate o,  al menos, no parece probable
       que  se  haya  alineado ya  decididamente  con los populares. Es,  sobre
       todo, simple oportunismo, en la línea de otros muchos políticos de la
       época, lo que le lleva a presentarse como popular, apoyado por César
       y Craso, en las elecciones del 64, frente a Cicerón, candidato de los
       optimates, y todavía sin una definición clara como promotor de inicia­
       tivas radicales y potencialmente subversivas.  Este programa, ya radi­
       calmente democrático, sólo aflora en las elecciones del 63, con una vi­
       rulencia tal que, incluso los más caracterizados populares, César y Cra­
       so,  le  retiran  su  apoyo.  Y ese  compromiso,  real  o  supuesto,  tras  el
       último fracaso, le obliga a la huida hacia adelante de la subversión.
          Pero,  más  allá  del  sincero  o  pretendido  ideario  político,  hay  un
       componente personal que merece la pena mencionarse y que quizá es
       el que mejor explica no sólo su acción revolucionaria, sino la esencia
       misma del comportamiento político de esta última generación de la Re­
       pública. Salustio (Catil., 35,3-4) recoge en su obra un fragmento de una
       carta dirigida por Catilina a CX Lutado Catulo, especialmente significa­
       tivo a este respecto: «provocado por agravios y ultrajes, privado del fru­
       to de mis esfuerzos y trabajos, y sin poder ocupar en la República el lu­
       gar que me corresponde, he tomado a mi cargo, según mi costumbre,
       la pública defensa de los desgraciados: no ya porque no pueda satisfa­
       cer con mis bienes las deudas contraídas a mi nombre, sino porque veo
      llenas de honores a personas que no los merecen, mientras a mí se me
       rechaza por falsas sospechas. Por esta razón he seguido por mi cuenta
       con el digno propósito de conservar el prestigio que aún me restaba».

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