Page 210 - Alvar, J. & Blázquez, J. M.ª (eds.) - Héroes y antihéroes en la Antigüedad clásica
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La ignorancia de Plinio sobre los procesos por no haber participa
do en ellos nos lleva indirectamente a deducir que no existía ninguna
legislación general y precisa contra los cristianos, pues Plinio, por su
larga experiencia en la administración central y en el Consilium princi
pis o su mismo personal subalterno de la administración tendrían que
conocerla. Pero es también una prueba de que el tema de los cristia
nos no preocupaba mayormente a Trajano, como no había preocupa
do a sus antecesores.
De hecho, por la documentación que tenemos, la persecución de
Nerón en Roma en el 64 se presenta como un hecho aislado y circuns
tancial, y las noticias de época de Domiciano, aparte de escasas, son,
cuando menos, sospechosas. Además del contexto de la carta de Pli
nio se deduce que antes de su llegada a Bitinia no se habían produci
do actuaciones contra los cristianos, sino que fue a raíz de que él co
menzase a actuar cuando comenzaron a proliferar las acusaciones, de
bido a un proceso psicológico que el propio Plinio considera lógico y
normal; incluso parece dar a entender que fue precisamente el hecho
de que él iniciase los procesos lo que provocó el que muchos tomasen
conciencia de que el ser cristiano era un delito (crimen).
De la carta de Plinio parece deducirse que los cristianos no consti
tuían en esa época una preocupación ni para las autoridades imperia
les, ni para la gente común del pueblo. El propio Plinio en su larga
carrera administrativa no había tenido ocasión de encontrarse con
acusaciones y condenas de cristianos y los habitantes de Bitinia ni
siquiera eran conscientes de que los cristianos podían ser objeto de
acusación. Parece también que, si Plinio a lo largo de su gobierno
en Bitinia se ocupó del tema, fue de una manera indirecta y circuns
tancial.
Plinio no tuvo ninguna duda desde el primer momento de que los
cristianos debían ser condenados. El motivo era el mismo que el que
aducirán poco después Tácito y Suetonio: el cristianismo es una su
perstición malvada y desmesurada: nihil aliud inveni quam superstitio
nem pravam et immodicam. Las dudas se le plantearon cuando se dio
cuenta de que no se trataba de casos aislados, sino que éstos eran muy
numerosos. Plinio es fiel reflejo de los hombres ilustrados de su épo
ca. Está obsesionado con el orden público y, en un momento dado,
se plantea la duda de si la política que está siguiendo en este tema pue
de ser contraproducente.
Plinio en su carta continúa manteniendo lo sustancial de las con
vicciones que tenía al comienzo: que el ser cristiano es un delito, pues
se trata de una superstitio prava et immodica, y que, en cualquier caso, su
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